martes, 29 de abril de 2014

64.

La calle sesenta y cuatro de la ciudad de Mérida, en Yucatán, partía de las rústicas entrañas de la colonia Delio Moreno Cantón, para ser más exacto comenzaba entre sus calles pavimentadas de polvo y techos con ropa tendida en cuerdas para secarse con los soplidos cálidos del sur, continuaba entre tiendas de abarrotes, expendios de cerveza, iba alargándose entre vida popular y entonces daba una estocada mortal al corazón de la ciudad, la calle sesenta y cuatro (después de casi dos kilómetros de prolongado avance) se convertía en una calle famosa de la ciudad de Mérida, todo esto por haber sido durante sus épocas de gloria, una calle donde las mejores familias de hacendados o henequeneros tenían sus casonas, pero por supuesto que el tiempo había hecho de las suyas al paso de los años, el olvido había roto lo que alguna vez fue una elegancia y exclusividad de las élites de la península, por lo que ahora la calle sesenta y cuatro no era más que una ruta de fácil acceso al centro para los trasportes urbanos y automóviles, las casonas que solían albergar gente importante tenían ahora letreros de "Se vende" o bien podían ser cocinas económicas donde la orden de comida del día se despachaba a treinta pesos e incluía arroz, frijoles y tortillas, o también las más grandes resultaron escuelas primarias populares, puta mierda; incluso había una convertida en una Sex Shop, porque en el sur de México, se cogía muchísimo mejor que en cualquier otra parte del país.
La calle aún conservaba su pavimentación a la francais impuesta por Don Porfirio Diaz durante el tormentoso porfiriato que tanto le había dado en la madre a los indígenas y pobres del país y que había provocado la algo tardía pero menos gloriosa Revolución Mexicana. 
Pero toda esta decadencia visual a pesar de ser infinitamente cínica y grotesca, no era visible para todos, sino sólo para aquellos que conocían lo que la ciudad había sido alguna vez, en algún ayer, en algún sueño que ya nadie soñaba, porque el tiempo no siempre era cómplice de la historia, y el tiempo no siempre era cómplice del hombre, porque este olvida la historia. 
Justamente al final de esta calle, a un costado del parque de San Juan, había un hotel de mala muerte llamado Edén, uno de aquellos tugurios donde los infieles y promiscuos iban a saciar la sed de sus sexos en habitaciones hundidas en calor sofocante, mezclado con el agrio olor de sexo desenfrenado porque de nada servían aquellos ventiladores de techo que sólo hacían que el bochorno se convirtiera en una espiral redundante de pasiones, y movimientos pélvicos. 
Ignacio Olmo cruzó la puerta de Edén a las doce de la noche de un 4 de mayo de 1997, se acercó al recepcionista y este levantó la mirada cansada y sonrió de lado: 
-Buenas noches, Olmo -le dijo-. La chica ya está en la habitación siete. 
Ignacio metió la mano en el bolsillo de sus jeans y sacó una billetera de piel, que estaba tan gastada que parecía la espalda de un leproso, a pesar de ello estaba bastante hinchada porque contenía una gran suma de dinero y a juzgar por el aspecto desaliñado y la cara de hijo de la chingada de Olmo, hacía pensar a quien lo viera que ese era dinero del diablo, dinero sucio y como bien dice el dicho "piensa mal y acertarás". Quien lo pensara estaría en lo correcto, Olmo era un asesino, cobraba por asesinar y asesinaba por cobrar, la 45 permanecía fría ya en el estuche dentro de su mochila, tan sólo dos horas antes había hecho estallar los sesos de un testigo de un crimen, alguien quería proteger al culpable y había pagado a Olmo por eliminarlo, ahora tenía diez mil pesos en billetes, pero en la cartera sólo llevaba cinco mil en billetes de doscientos, todo por la vida de un adulto que no había ni visto venir la bala; Había pagado a la puta de siempre, a la misma que se había tirado desde hacía dos años, la dulce y delgada Julia, de nalgas redondas y firmes, pechos medianos y pezones respingones, mirada triste y labios de cereza; Pagó con tres billetes de doscientos y subió sin decir nada de nada, al abrir la puerta de la habitación siete, el soplo de siempre lo recibió, el familiar aroma suave y dulce del cuerpo desnudo de una veinteañera llamada Julia, que permanecía acostada en la cama, mirando hacia la ventana, donde el aire se presentaba fresco aquella noche, y entraba galante por la ventana abierta en el segundo piso, la ciudad ahí afuera palpitaba suavemente entre luces y sirenas de patrulla, los pechos de aquella Venus permanecían desparramados y subían y bajaban al ritmo de su respiración, permanecía con las piernas cruzadas una sobre otra, por lo que tan sólo el fino triángulo de vello oscuro era visible. Olmo sonrió, estaba loco por ella, y ella por él, pero jamás se habían comprometido a nada más que sexo semanal y violento, cada vez mejor, la razón de este doble rechazo al amor era quizás por ser dos seres atados a vidas indecentes, la gente mala no tiene los mismos derechos que la gente buena pero la gente mala se hace los derechos que quiere, a pesar de esto, ambos corrían lejos de la firme cadena del compromiso y el amor puro y dependían de la pasión gitana y los preservativos de farmacia. 
Olmo cerró la puerta tras él, y Julia volvió la mirada, sus ojos negros brillaron en la oscuridad, con una fina capa acuosa cubriéndolos porque había estado llorando. 
-¿Qué te pasa? -preguntó él, mientras se sentaba frente a la cama en un sofá desgastado y encendía un cigarrillo, la colilla centelló como una luciérnaga en llamas. 
-Nada -respondió ella, limpiando sus ojos con el antebrazo y sentándose en flor de loto en la cama, su sexo fue explícitamente visible para Olmo, pero este siguió con la mirada clavada en sus ojos llorosos, se podían oír apenas las risas y gemidos de la habitación del costado pero esto no contribuyó a hacer la tensión menor.
Olmo soltó una bocanada de humo y pareció como si un ánima se levantara misteriosa en la habitación.
-Algo tienes tú, que estabas llorando -respondió él, arrugando las cejas.  
Pero ella sacudió el pelo negativamente y se deslizó hacia él como una gata en la noche, se puso de rodillas, y comenzó a desabrochar sus pantalones.
-Déjame consentirte -dijo lamiendo sus labios de cereza. 
Olmo hundió los dedos de las manos en la melena de ella y cerró los ojos...
Tiraron como siempre, ella no perdía la firmeza del vientre ni la melodía de sus gemidos, tampoco la maldita precisión de sus senos que brincaban juntos y sincronizados mientras recibía las embestidas y él no perdía su brutalidad fálica y su coraje de hijo de puta. Tras casi una hora de rito sexual y nalgadas brutales, se echaron de espaldas a la cama sudando y acezando como dos animales bajo el sol. 
-¿A quién mataste hoy? -preguntó ella recuperando la respiración y estirándose en la cama, había preguntando esto en otras ocasiones pero jamás temió tanto de la respuesta. 
-¿Por qué la pregunta? -respondió él, tomando la cajetilla con las manos y extrayendo un cigarro más-. Sabes que no puedo hablar de ello.
Julia hizo un sonido con la boca. 
-No me vengas con jaladas, porque sin embargo lo haces, me hablas de eso -contestó ella firme-, yo he oído tus confesiones noche tras noche, aún cuando me he quedado rota por tus ganas, me he dispuesto a oirte jurando lealtad. 
Olmo se aclaró la garganta y cruzó un brazo atraves de aquella escultural hembra que sufría por algo aquella noche, mas no lo decía. A pesar de ello, Olmo no detectó nada extraño en su voz. 
-Tú tampoco me has querido decir qué tienes -atajó él recordando sus ojos llorosos brillando como dos diamantes en la negrura de la noche. 
-Estoy bien, sólo estaba algo triste, y lloré para desahogar mis demonios -después agregó con la misma voz calmada-, además ya sabes que soy una pinche chillona, a veces lloro después de hacerlo contigo, ni sé por qué te alteras.
Eso era cierto, Julia había llorado un par de veces anteriormente después del rito sexual con Olmo, y la aclaración le pareció tan convincente que fue condescendiente a ella, se había ganado su confianza total hacía no mucho ya que jamás lo había traicionado y nunca había dado señales de ser una persona de la cual se pudiera desconfiar, además siempre había sido demasiado sumisa e indefensa, ella le temía y lo respetaba. 
-Fue un señor, un viejo -respondió despreocupado.
Julia temió porque los latidos espontáneos y apresurados de su corazón se pudieran oir. 
-¿Y cómo era, quién era? -preguntó, intentando mantener su nerviosismo a total margen. 
-Un testigo de crimen, me fue un poco complicado acabar con él, pero no estaba muy bien protegido, ya sabes cómo es este pinche país, te agachas a recoger una puta moneda y te cogen, de todas formas tuve que pegarle un tiro en la jeta y toda la mierda se desparramó como caldo.
Julia palideció y de repente se sintió tan promiscua y sucia, como si la vida le diese una cachetada y después le hiciera ver con anteojos toda la inmundicia que había tras su paso; fue entonces cuando la chica escogió su nueva pregunta, sujetando las riendas de su ansiedad y nerviosismo: 
-¿Sabías cómo se llamaba? -soltó. 
-Sabes que prefiero cargarme a cabrones sin saber sus nombres, es más fácil olvidarlos, pero para casualidad este wey llevaba una de esas pinches plaquitas en el pecho, estaba saliendo del trabajo.
Julia sintió que perdía las fuerzas.  
-¿Sí? ¿qué decía? -alcanzó a decir. 
-Joaquín Ramírez.
Pocas veces en la vida hay instantes de total convicción hacia una decisión, y tomar una puede ser de dos formas, la primera es que antes de elegir la decisión, básicamente se deben responder tres preguntas que ayudan a entender motivos, procedimiento y resultado: 
1-¿Por qué? 
2-¿Cómo? 
3-¿Qué sucederá?
Y la segunda es menos elaborada pero, si se sigue el impulso ciegamente, puede que resulte igualmente positivememte como negativamente, Julia escogió la segunda sin tener conocimiento siquiera de la primera y se puso lentamente de pie, y avanzó hacia la mochila de Olmo arrastrando los pies, Olmo clavó la mirada en el trasero redondo de ella, rojo y marcado por sus nalgadas, ella se sentó en el sofá frente a él, y suspiró. 
-¿Puedo usar una de tus camisas? -le dijo. 
-¿Dónde está tu ropa? -contestó Olmo. 
-No sé si lo has notado, pero hoy hace algo de fresco, y no traje nada para cubrirme, sólo voy a sacar una camisa y ponérmela encima de la ropa -contestó ella sonriendo suavemente.
-Entonces sí, ya sabes que no puedo negarte nada -le dijo él, mientras se disponía a prender el tercer cigarro de la noche. 
-Oye, Olmo -le habló Julia mientras rebuscaba en la mochila sintiendo cómo su pulso era tan alto que sentía los latidos hasta en los oídos. 
-Dime, Julia.
-Llevas metiendo tu verga en mis entrañas por dos años, y no sabes mi apellido ¿Verdad? -dijo muy seria. 
Olmo se vio sorprendido por la crudeza del lenguaje de ella, y también por el hecho de que tenía razón, no sabía su apellido. 
-No ha sido tan importante entre los dos, pero aún así, me lo vas a decir ahora, ¿Verdad?
-Por supuesto -respondió y sacó la mano de la mochila empuñando la 45 de Olmo con el dedo en el gatillo. Su mirada  escupía odio sobre el ser sobre la cama fumando un cigarro. Olmo se quedó petrificado en la cama.
-Mi nombre es Julia Ramírez, y hace tres horas le volaste la cabeza a mi padre -le dijo, acto seguido descargó dos tiros, uno de ellos le dio directo en la boca a Olmo, la bala hizo añicos dos dientes frontales, y atravesó la boca, la segunda fue justo en la garganta pero él ya estaba muerto con la primera, se sacudió y su cabeza cayó recostada a un costado, Julia permaneció unos minutos mirando un charco de sangre que iba formándose en las sábanas, y sintiendo el zumbido de las balas aún en los oidos, después reaccionó a certeza de que no tenía mucho tiempo y corrió hacia el mueble a un costado de la cama, sacó una blusa y unos jeans, se los puso sin ropa interior, tomó la billetera de Olmo, avanzó al cadáver y tomó su mano, depositó el arma a modo de que pareciera que él se había disparado y había caído a un costado aún sujetando el arma, y cruzó suavemente el dedo de él sobre el gatillo, no sintió ni la mínima tristeza o pena y sin pensarlo dos veces salío de la habitación y bajó a la recepción. 
El recepcionista la miró expectante y ella caminó hacia él. 
-Era él, Marcelo, él lo mató, y yo hice lo propio -dijo-. Parecerá un suicidio o eso creo, no tengo ni puta idea de estas cagadas, sólo lo hice, yo... 
-Calma -respondió Marcelo- nadie te vio entrar, y si te apuras, nadie te verá salir, así que vete ya, reina, yo tampoco te he visto en mucho tiempo...
Julia le dio un beso en la mejilla y salió rápidamente a la calle con el corazón tranquilo, por fin al saber que había acabado con el asesino de su padre a tan sólo horas de consumado el crimen, sabía también que posiblemente la policía no se molestaría en buscar culpables, ya que Olmo era buscado desde hace casi año y medio. Se marchó calle abajo decidida a iniciar de nuevo una vida que de por sí, ya estaba más jodida que la calle sesenta y cuatro.

jueves, 10 de abril de 2014

Otras plumas.

Esta es una opinión de una gran persona y compañera mía, acerca del blog, pero sobre Verónica en especial:

Para Juan Morrison
Cuando leí por primera vez uno de sus relatos, no fue de Verónica. Ella vino después. Pero desde que comencé a sumergirme en sus letras y versos me pude dar cuenta de ciertas características. Oscuridad, tristeza, un poco o mucho de gore, detalles al por mayor.
Si mal no recuerdo Verónica es una de sus series con más constancia. La primera idea surgió con una planeación de una novela, luego vinieron los cuentos o relatos cortos.
Verónica, que nos deja ver un poco más de su mente, de sus miedos y gustos. Una chica de piel pálida, ojos y cabello oscuro así como lacio, siempre acompañada de su fiel amigo Cave; un conejo blanco y que sólo ella puede ver y comunicarse. Siempre rodeada de lugares fríos y depresivos. Una chica que resulta ser única.
Un personaje dinámico y que se adapta a cualquier tipo de situación, es por eso que su autor tiene la gran libertad de escribir de cualquier tema e incluirla como protagonista sin miedo a errar en congruencia. 
La pequeña Verónica; poco y mucho sabemos de ella, lo que la vuelve intrigante. Sin en cambio nos ha dejado ver diferentes facetas de ella por distintas situaciones. Resulta ser uno de esos personajes que es innecesario saber toda su biografía para comprenderla puesto que sólo se nos proporciona la información adecuada y justa para no dejarnos con dudas o simplemente no nos confundamos.
En ésta último relato; dividido en cuatro partes. Verónica se enfrenta a un nuevo reto. Siempre al lado de su fiel protector, amigo y confidente, Cave se aventuran a averiguar sobre unos asesinatos de niñas en el lugar donde ella reside. En una atmosfera de misterio e intriga es como en ésta ocasión Juan, nos adentro un poco sobre el pasado y regresa a un personaje un tanto olvidado; (que hace mención en los primeros escritos de Verónica) John y uno más, un tanto especial; Teddy, un oso de peluche azul.
Después de una gran lucha, flashbacks de su infancia, nos quedamos con una sensación de ternura, que nos da pie a que probablemente sepamos algo más de la bella Verónica.

Por Alejandra García. 

Verónica y la huella hedionda (4)

Nota del autor a los perdidos amantes de lo independiente:

Sí, ya se, lo que quieres es leer el final de la historia, no al autor, pero me cuelguen de un dedo sino lo he dicho antes: Amo hacer esto; Darles algo que leer y sacarlos por un momento de aquellas novelas consumistas y plásticas es una delicia casi fetichista. El camino de la escritura es tan extenso y variado que me alegra mucho que se hayan tomado el tiempo de leer esta pequeña serie hasta el final, así sean dos o cincuenta personas, les agradezco muchísimo el seguir a nuestra amiga y al conejo hasta lo que parece ser mas una desventura que aventura, aun así no se apresuren, puede ser que en este último tomo todo pinte mejor para ambos, pero sin salirnos del tema: si alguno de ustedes se siente en un lapsus de complicidad conmigo o simplemente solidario, les agradecería mucho el compartir este relato a sus amigos o conocidos o a cualquier persona que desee leer algo fresco y nuevo, porque así me sentiré motivado a seguir y seguir con estas historias, porque no es el dinero lo que motiva, sino el aprecio y cariño que ustedes toman a mis personajes, que son como mis hijos.

Un abrazo, Juan.

Verónica & La huella hedionda (Cuarta y ultima parte).

De repente estaba detrás de unos juegos infantiles escondida, por más que intentaba reconocer el sitio no podía, pero se veía así misma de niña de nuevo, sólo que esta vez tenía al rededor de siete años y había alguien con ella pero no podía ver con claridad quien, se esforzó un poco más asomando la cabeza y reconoció a John, también él estaba de siete años, y tenia algo en la mano...
Verónica estaba de nuevo dentro de un recuerdo, hacia segundos había visto como la bruja destrozaba a Teddy en tres pedazos, cabeza, torso, y finalmente le arrancó una piernita, entonces después del impacto de la visión intentó ponerse de pie pero la debilidad y el dolor del tobillo la empujaron a caer mirando el cielo crepuscular, se apoyó de costado y miró como la bruja y el claro giraron como sucedió con las tazas, también vio de nuevo todo llenándose de colores vivos, y segundos después ya estaba parada frente al antiguo parque, corrió a esconderse detrás de unos juegos infantiles para no ser vista, y extrañamente en el recuerdo no le dolía absolutamente nada; Estaba ahora viéndose así misma y a John jugando, se veían tan alegres que la chica no pudo evitar sonreír, entonces aguzó la mirada y casi cae de la impresión al notar que John llevaba a Teddy en la mano.
-Por favor John- dijo la pequeña Verónica con voz de suplica.  -Regalame tu oso azul.
-Ya te dije- respondió John -Que te lo daré cuando seamos grandes para que lo CUIDES, porque los chicos al crecer ya no queremos a nuestros peluches, pero las niñas aún los cuidan.

Cuidan...

Cuidan...

Verónica sintió algo rompiéndose dentro de ella, se sintió tan inhumana e insensible, y aterrada por olvidar comprobar que podía olvidar cosas tan importantes, y ahora el recordarlas tan abruptamente le había hecho mal al corazón, Recordó pues que Teddy siempre había sido de John, que ella siempre lo había querido por su bonito color y aspecto dulce, recordó como lo rechazó miles de veces años después a quien había sido su inseparable amigo de juegos y travesuras , y el como él cumplió su promesa dándole a Teddy en esa caja después de todo lo que ella había hecho la hizo sentirse más perra que nada, y por si fuera poco ella ni siquiera recordaba un carajo de todo eso. Se sintió tan mala y sus ojos se inundaron de lágrimas, retrocedió y se sentó abrazada a sus piernas, se sentía maldita por el olvido, presa favorita de las garras del tiempo, estaba apunto de estallar en llanto cuando todo giró de nuevo, deseo ponerse de pie e ir corriendo hacia los niños para abrazar a John, y también para decirse a si misma que no olvidara nunca tan fácil, pero sintió otra vez el frío, el dolor del cuerpo, el sabor a sangre de la boca, su tristeza se transformó en ira, se puso de pie apretando los puños para soportar las punzadas del tobillo y apretando los dientes de enojo, aquél monstruo había roto a Teddy, lastimado a Cave, había engañado y asesinado a otras chicas con su aspecto de niña indefensa y lo tenía que pagar. Tenía que pagarlo todo.
-¿Tienes miedo?- preguntó la criatura mientras avanzaba hacia ella.
-Tengo miedo a cosas peores que tú- respondió Verónica y corrió hacia el monstruo ignorando el dolor agudo del tobillo y pegó un grito lanzándose hacia su tórax que recibió el impacto con sorpresa, haciendo que la criatura cayera de espaldas al suelo, Verónica cayó justo sobre ella y comenzó a lanzar puñetazos violentos y energéticos a la cara del monstruo, el cual lanzaba picotazos que la niña esquivaba apenas por segundos, la chica cayó a un costado y tanteó con la mano hasta dar con un trozo de madera gruesa de la cual se apoyó para ponerse de pie, ya estando, lo tomó con ambas manos y lo estrelló con todas sus fuerzas en las costillas de mono del monstruo que recién se levantaba aturdido por los golpes, al golpear la madera en las costillas, Verónica escuchó un "crack!" y la criatura chilló de dolor, la chica renovada por el enojo de la destrucción de su oso saltó de nuevo sobre su rival y ambas rodaron entre picotazos y puñetazos, quedó entonces Verónica sobre el monstruo y el coraje la armó de valor para meter sus pulgares con mucha fuerza en los ojos de cuervo de la criatura que chilló de dolor y se revolcó en el pasto. Verónica se levantó asustada y se tambaleó de pie.
-¡Estoy ciega, sucia hija de puta! ¡Oh, estoy ciega!- dijo la bruja mientras los chorros de sangre negra salpicaban por todas partes.
Verónica estaba asqueada y aterrada, sus ojos llorosos permanecían mirando como la sangre negra salia de las cuentas del monstruo, el cual hacia todo por intentar levantarse pero caía de nuevo a retorcer su criptido ser y soltar insultos para ella.
La chica avanzó cojeando hacia las rocas sobre las cuales había caído anteriormente, y tomó la mas grande que encontró, la levantó con ambas manos y mucho esfuerzo y sin decir nada caminó hacia la criatura mordiéndose el labio herido para soportar el dolor del tobillo, estando frente a la moribunda criatura alzó la roca con ambas manos y la dejó caer en su cabeza de pájaro con toda su fuerza, esta se dejó de mover y chillar al acto. Estaba muerta. Verónica se dejó caer al pasto adolorida y devastada, ya sin energía ni ánimos para levantarse de nuevo comenzó a arrastrarse hacía los restos de Teddy, los cuales recogió con sumo cuidado, también juntó la felpa que se le había salido y los abrazó con suavidad.
-Lo siento por todo- dijo, y no pudo resistir las lágrimas por mas tiempo y se echó a llorar desconsoladamente, lloró porque Teddy estaba despedazado, lloró por olvidar tantas cosas importantes, lloró porque extrañaba a su madre más que nunca, lloró porque sabía que también extrañaba y necesitaba a John, lloró fuerte y amargamente, como una niña pequeña, abrazó los restos del oso azul y se hizo un ovillo de llanto y frío, lloró también por miedo, y cayó en cuenta que desde que su madre murió había tenido miedo, había vivido aterrada, se había sentido sola y abandonada, desprotegida y asustada.
-¡Verónica!-
Cave había despertado y salido de la mochila, corría a velocidad hacía ella, se detuvo a mirar al monstruo lapidado unos segundos con asombro y corrió hacia la chica que lloraba en posición fetal.
-¡Verónica! ¡¿Que pasó, estas bien?!- le dijo mirando como el abrigo de la chica estaba rasgado, su cabello enmarañado y lleno de trocitos de hojas secas y ramitas rotas, como sus manos ensangrentadas cubrían su rostro y formaban una mezcla ennegrecida y como lloraba sin consuelo. Verónica retiró las manos de su cara, lo jaló hacia ella y lo abrazó con fuerza mientras le daba besos rápidos y apresurados.
Es...ta...mu...muert..ta..pe...pe...ro...o...rompió a...Te...ddy...- le respondió la chica entre llanto. -¡Me ale...gra tanto que e...stés bien!-
Cave sobó su morro en la mejilla empapada de la chica.
-Perdón por no haber sido de ayuda, pero tú lo lograste sola, fuiste muy valiente, nos salvaste a ambos, y tranquila, podemos reparar a Teddy- le dijo animándola.
-So...solo quiero irme a ca..s...sa, teng...o mu...mucho miedo y fri...frío- respondió llorando y temblando ella que no había llorado en muchísimo tiempo.
Cave se deslizó de sus brazos, y aumentó su tamaño, la tomó con sus patas y la abrazó contra el para protegerla del frío, miró a aquella niña sucia y ensangrentada que lloraba temblando de frío y miedo echa un huevito, luego miró al monstruo muerto con una roca sobre el cráneo destrozado y comprendió el horror que la chica experimentó, la valentía que tuvo que poseer para poder sobrevivir, bajó la mirada hacia la niña que lloraba y descubrió que estaba abrazando los restos del oso azul, aquél oso azul que había traído con ella de casa y había ocultado de el para no delatar que estaba asustada, que siempre lo había estado, que vivía con miedo, Cave sintió tanta simpatía y ternura por Verónica que la abrazó aun más fuerte contra él mientras el alba comenzaba a asomar entre las copas de los árboles y los animales del bosque se despertaban y caminaban hacía el claro para observar tristes como la chica se deshacía en lágrimas de dolor.

Epílogo:

TOCK. TOCK.

-Lo siento, ya cerramos-

TOCK. TOCK.

-Ya cerramos, hoy cerramos mucho mas temprano-

TOCK. TOCK.

John dejó de hacer el inventario del día y avanzó enojado hacia la puerta de la cafetería, la abrió de mala gana y se le pusieron los ojos como platos al ver a Verónica en el portal, con el labio levemente hinchado y pequeñas costras de rasguños en la cara, tenía un vestido y un suéter encima, un par de botas y una venda en la parte baja de la espinilla que parecía continuar hasta el tobillo.
-De mal humor ¿Hm?- dijo ella.
-¡Verónica! ¡No! Yo... Yo creí que era algún necio... Que... ¡Que sorpresa!- le respondió el chico avergonzado.
-Bueno, ¿Me harás pasar o puedo comenzar a montar mi tienda de campaña aquí afuera?- dijo ella sonriendo.
John abrió la puerta aún confundido y la chica entró cojeando un poco.
-¿Estas bien?- le dijo el cerrando tras ellos y señalando el tobillo de la chica y mirándola, ya que parecía salida de una pelea callejera.
-Aja, brujerías- respondió ella y se sentó en un silla con la mirada clavada en el chico, que la evitaba de nervios.
-¿Que... Que te trae por aquí?- preguntó aún impactado por el hecho que después de rechazarlo tantas veces, ahora ella estuviera tocando a su puerta.
Verónica tomó aire.
-Fui tan estúpida, tan inhumana, tan malagradecida contigo- empezó a decirle a John-Siempre estuviste ahí para mi y yo siempre fui tan tonta, quiero que me perdones por todo John... Por ser tan mala contigo- dijo ella con un nudo en la garganta pero orgullosa como siempre, resistiendo no llorar y continuó -Se que no lo merezco, que merezco que ahora tu me des la espalda y me lances a la calle, pero por favor... Estoy tan arrepentida...
John la miraba con sorpresa y ella le devolvía una mirada triste y sumisa, el chico avanzó hacía ella, le sonrió, le extendió la mano, Verónica la tomó, se puso de pie y John la estrechó a sus brazos, ella solo pudo rodearlo con los suyos por el cuello, cerrar los ojos, apoyar su cabeza en el pecho del chico y sonreír de alegría mientras una sensación cálida y hermética la inundaba por dentro y hacia su corazón latir de vitalidad.

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miércoles, 9 de abril de 2014

Verónica y la huella hedionda (3)

Cave tuvo la certeza de que se iba a vomitar con aquel olor.
Verónica olfateó con mas ánimo, pero seguía sin detectar nada más que la humedad.
-Debe ser el olor que buscamos ya que, estoy completamente segura de que no lo siento- dijo, y miró a Cave extrañada.
-¿Estás bien, amigo?- le dijo poniéndose de cuclillas.
-Sí, no pasa nada, es solo que esta peste es insoportable, la persona que lo posee es en verdad mala, estuvo aquí por mucho tiempo, tuvo a la víctima secuestrada, sea quien sea, no me explico esta peste sin otra razón, al salir al exterior espero que el olor se vuelva menos fuerte, y con el viento podré canalizar la búsqueda-
-¿Cómo el viento?-
-Sí, lo liberare al viento y podremos seguirlo, irá de vuelta con su dueño-
-Entonces propones ir ahora mismo ¿No?- respondió ella.
-Eso si no tienes algún inconveniente- le propuso Cave.-Podemos irnos esta misma noche, acabate el chocolate, necesitas energía, haremos esto rápido-.
La chica se subió el abrigo, se amarró el pelo y lo escondió de nuevo bajo el gorro, extrajo los guantes de lana de su mochila y se los puso, mientras se comió el resto del chocolate a mordidas enormes:
-Vamos, ya estoy lista, que el frío era lo que me iba a matar a mi-

Salieron de la vieja casa del terror y Cave suspiro liberando el olor.
-¡Vamos! ¡A mi lomo! ¡Y sujetate bien!- le grito a la chica, esta saltó y se abrazó a el, y salieron velozmente hacia el olor que solo Cave veía alejarse como una espiral a toda velocidad, se metía justo detrás de la feria, hacia el bosque , saltaron las mallas protectoras, y se adentraron a toda velocidad a la penumbra de este, decididos a no perder la pista, al cabo de unos minutos de saltos entre follaje espeso (y de muchos insectos y ramitas estrellados en la cara de Verónica) salieron a un campo bajo, Verónica suspiro aliviada, y Cave pudo avanzar menos trabajosamente por varios metros de persecución intensa, entonces verónica divisó a unos metros una casa vieja y decrépita, que se imponía al horizonte, parecía tan abandonada como la feria, y entonces tuvo la sensación de estar en un mundo donde el tiempo había castigado a los recuerdos, obligándolos a pudrirse en la madera, a oxidarse en el metal, a borrarse en la pintura, y a fundirse con la humedad, y se sintió aliviada por haber rescatado aquel recuerdo con su madre, y ahora tenerla tan fresca en la memoria de nuevo, sintió que los ojos se le inundaban de lágrimas cuando Cave frenó a metros de la casa. La chica se limpio las lágrimas con el abrigo y saltó suavemente de su amigo.
-Es aquí- le dijo el susurrando. -Al suelo.
Verónica se acostó en el pasto y aguzó la mirada, la vieja casa constaba de dos pisos, una vieja construcción con aires góticos y dos ventanas enormes y alargadas al frente,  parecían dos ojos vacíos, como las cuencas de un cráneo seco, observo la primera tan oscura como la profundidad del bosque, entonces detectó una pequeña luz en la segunda.
-Cave, hay algo ahí, una luz, mira- dijo apuntando con el dedo. -¿Que te parece que es?-
-Quedate aqui, iré a revisar- le respondió el y antes de avanzar agregó- Si es seguro, te llamo- se hizo algo más pequeño y avanzó a la casa, al llegar a la ventana saltó a su marco y observó.
Verónica permanecía helada en el pasto, el frío le congelaba los huesos a pesar del abrigo, el vaho de su boca la hacia parecer un tren de vapor humano, y sintió miedo. Levantó la mirada y vio que Cave aun revisaba la ventana y se descolgó la mochila, rebuscó en su interior y sacó al pequeño oso azul que había llevado consigo y lo metió dentro de su abrigo, cerca de su pecho, aun sin entender porque la hacia sentirse segura.
-Estupido Teddy- mencionó confundida y lo apretó a su pecho.  Entonces escuchó a Cave decir su nombre, se paró y avanzó algo encorvada en silencio hacia el.
-Promete que seras valiente- le dijo a la chica susurrando cuando esta estuvo de rodillas a su lado. 
-Cuando estaba en el vientre de mi madre, flotaba en valentía- respondió ella sonriendo nerviosamente.
-Observa- respondió Cave y movió la cabeza hacia la ventana.
Verónica observo con los dedos sobre el marco y descubrió que la luz provenía de una vela, sobre una mesa, iluminaba a penas lo que parecía ser un estudio, paseo la mirada en la alfombra de rombos que adornaba el suelo y al llegar a la esquina casi se le sale el corazón del pecho. Una niña rubia de escasos diez años los miraba asustada, estaba atada en un nudo que conectaba sus manos con sus piernas y permanecía sentada, su aspecto era sucio y descuidado y tenia los ojos hinchados de tanto llorar, parecía que gritaba pero una mordaza impedía que algo se oyera.
-¡Cave! ¡Es una niña!- dijo alarmada. -¡Tenemos que ir por ella!-
Cave respondió:
-Lo se; No lo entiendo, el olor vino hasta acá, pero no detectó mas presencia que la de esta nena, la cual no parece ocultar nada, es una presencia débil y asustada-
-Entonces- contestó ella apresurada- probablemente el asesino esta cerca de aquí porque la dejó a la vista de quien sea, que este lugar sea tan macabro y retirado le pudo dar la confianza, por lo que probablemente salio rápido, es nuestro momento, entremos por ella, ambas cabemos en tu lomo, con ella a salvo será mas fácil que lo elimines a él-
Cave asintió.
-Ve por una roca- le dijo -Tenemos que romper el cristal.
-¿Y por que no te transformas?-
-Recuerda que como monstruo soy visible a quien sea, esta niña podría asustarse aun más-
Verónica asintió y corrió hacia el pasto y buscó apresuradamente una roca que cupo en su palma abierta, regresó y le dijo a Cave: -Atrás- y golpeó el cristal que viejo como era, se partió al instante con un ruido sordo y vacío, se abrió un espacio de cuarto de ventana, suficiente para que entrara ella con sumo cuidado, metió una pierna después de retirar los pedazos filosos de cristal del borde y después metió el cuerpo, por último y ya dentro solo metió la pierna restante, Cave tan solo saltó y cayó a su lado, la chica miró el lugar para comprobar que estaba vacío, a pesar de que Cave confirmó que así era y avanzó a la niña que se movía alarmada, comenzó a desatar el la mordaza apresurada.
-Por favor no grites, vengo por ti, a salvarte- le dijo y antes de quitar la mordaza le dijo con voz amistosa-¿Prometes no gritar?-
La niña asintió con la cabeza y Verónica saco la mordaza de su boca, la niña tomó una bocanada de aire y dijo con voz temblorosa:
-Llevenme con mamá-
Verónica estaba a punto de decir algo como "Eso haré, tranquila" cuando detecto que la chica dijo "Llevenme" se suponía que solo ella podía ver a Cave.
-Solo estoy yo, aquí- le dijo nerviosa.
-No, estas tú y tu amigo el conejito- le respondió la niña, Verónica y Cave no pudieron disimular su asombro, ya que la chica veía exactamente al lugar en el que Cave estaba.
-¿Puedes ver al conejo?- le dijo pasmada.
-Sí, es muy bonito- respondió ella con voz queda.
-Cave, acercate- le dijo Verónica y Cave avanzó receloso hacia ellas, la chica se puso de cuchillas a desatar los nudos- Se llama Cave y es mi... -se detuvo en seco al notar que la chica no estaba atada en realidad, sino, solo tenia las cuerdas encima, montadas de tal forma que parecía que lo estaba -¿Que carajo?- dijo -Cave, esta perra no esta...
Entonces la niña rubia se puso de pie de un salto y las cuerdas cayeron como si nada al suelo, empujó con una mano, la chica cayó sentada abruptamente.
-¡Es ella Verónica! ¡Es una bruja, oculto su energía! ¡Fue una trampa!- gritó Cave alarmado y la niña rubia se lanzó sobre el con un gruñido a una velocidad sorprendente, lo tomó de las orejas y lo azotó contra la pared con fuerza antes de que el pudiera defenderse. Cave cayó al suelo sin moverse, completamente inconsciente.
Verónica se puso de pie rápidamente gritando el nombre de su amigo alarmada, pero la niña la empujó de nuevo, ahora hacia un librero, la chica se azotó con fuerza y cayó boca bajo con una leve lluvia de libros sobre ella, levantó la mirada sólo para ver como la niña rubia se iba cayendo a trozos de carne viva, y de su interior salia una criatura, con cara de cuervo y cuerpo de mono, era una aberración de poco mas de metro y medio, la chica sacudió la cabeza para espantar el aturdimiento y no dejar que el horror de la visión la hiciera estúpida y se puso de pie rápido sintiendo como su labio sangraba, lanzó una enciclopedia de las que habían caído sobre ella hacia el cristal de la ventana, la enciclopedia se estrelló contra ella e hizo añicos el cristal, tomó a Cave y saltó por la ventana, la criatura la siguió después de lanzar un graznido, salto también hacia la ventana y el resto del cristal se hizo añicos tras ella, Verónica corrió a toda velocidad hacia el bosque, pero al voltear la mirada,  el monstruo se abalanzó sobre ella, ambos cayeron rodando por el pasto, pero Verónica rodó más lejos por la fuerza de impacto y se precipito a una pequeña depresión que desembocaba a un claro, cayó rodando y apretó los brazos con fuerza para no soltar a Cave, por lo que su cuerpo recibió los golpes de la caída directamente, sola algunos fueron levemente amortiguados por la mochila, el monstruo rodó unos metros mas lejos de ella y chillo aturdido, Verónica se arrastró detrás de un tronco caído que la ocultaba temporalmente del monstruo, deposito a Cave en el suelo, se descolgó la mochila sintiendo como la sangre de su labio inundaba toda su boca y como varias partes de su cuerpo estaban hirviendo y latían de dolor, abrió la mochila con rapidez y depositó dentro a su amigo, la cerró y tomo varias ramas y trozos de madera sueltas para cubrirla. Había puesto a salvo a Cave.
El monstruo se puso de pie y bajó por la depresión a gran velocidad.
-Luces sabrosa- le dijo aún con la voz infantil. -¿Donde estas preciosa?-
-Así que eras una bruja, y mataste a todas esas niñas- dijo la chica en voz baja mientras se ponía de pie temblando, sintiendo un dolor en el tobillo y luchando por no quebrarse de miedo y asombro.
El monstruo comenzó a avanzar hacia ella al verla.
-Tus novios te dejaron porque eras una bruja con ellos- le gritó Verónica, y al reír sintió una punzada de dolor en la boca y se abrazó al recuerdo de su madre en las tazas giratorias y de la tibia sensación que le producía, porque supo que estaba perdida e indefensa; Intentó correr al bosque pero el tobillo le devolvió un dolor agudo y cayó al suelo, el monstruo brinco sobre ella y la chica gritó de dolor, la bruja la golpeo y Verónica  rodó sobre el pasto para caer boca arriba, el monstruo levantó el brazo avanzando hacia ella y lanzo un rasguño, el abrigo de la chica se rasgó y el oso Teddy cayó a su lado, Verónica lo apretó con la mano y se pudo poner de pie tambaleante.
-Podría escoger muchos insultos hacia ti, pero creo que puta bruja es el mejor ¿Entiendes?- le dijo con voz débil pero aun cargada de desafío y no queriendo ceder ante la eminencia del peligro, el monstruo le tomó el brazo con fuerza y el dolor le hizo abrir los dedos, Teddy cayó al suelo, lanzó a Verónica y esta cayó de espaldas sobre un montón de rocas camuflajeadas entre musgo y pasto, pegó un alarido de dolor encorvada.
-Oso, oso, mentiroso- dijo la bruja burlonamente mientras recogía a Teddy del suelo y agregó- Antes de comerme a mis niñas primero les mutilo la esperanza.
Verónica se incorporó llena de dolor sólo para ver con horror como el monstruo despedazaba a Teddy con el pico. 

martes, 8 de abril de 2014

Verónica y la huella hedionda (2)

Verónica se sentó en la parte trasera del autobús, en la última fila de sillas. Había comenzado a llover durante el trayecto al autobús, por lo que limpió con el antebrazo el cristal para limpiar el vaho, y se quedó observando los mares de árboles que cruzaban ajenos a ella, quedándose en el único sitio en el que estarían en vida, no estaban tristes porque sus raíces traían noticias de todas partes del mundo. Esto, sumando el golpeteo rítmico de las gotas en el cristal y el calor que Cave le proporcionaba, le hicieron quedarse dormida. Abrió los ojos cuando el autobús se detuvo en la central, despertó a Cave, se puso un gorro de lana y bajaron del autobús.
-Primero que nada -dijo mientras entraban a una cafetería poco llena-, será encontrar un lugar donde quedarnos, un motel, por ejemplo. Pagaré... cuarenta y ocho horas, así que mañana mismo debemos acabar con esto.
-Tú sabes que puedo seguir su olor, la maldad que irradia, pero necesito algo suyo para poder distinguirlo del resto -dijo Cave mientras saltaba sobre la mesa en la que la chica se había sentado.
Verónica tensó la mandíbula.
-Señorita, ¿Qué le traigo? -un mesero de aspecto aburrido le extendió una carta menú.
-No es necesario, gracias, sólo quiero un café americano, y un panqué sin pasas. Y... El diario de hoy -respondió.
El mesero se retiró.
-¿El diario de hoy? -preguntó Cave, curioso.
-Algo debe decir sobre los asesinatos, quizás si menciona alguna dirección podemos ir hasta ella y podrás oler la escena del crimen y distinguir su olor -explicó ella hablando en tono precavido para no despertar sospechas.
-¿Nos dejarán entrar? En esos sitios suelen poner cintas y...
-Ya, ya sé, nadie se va a enterar, y si nos atrapan sólo verán a una niña curiosa, no me darán cadena perpetua por eso.
-¿Y si no hay direcciones?
-Joder, tiene que, al menos una... por cierto, el panqué es para ti.
-Gracias, Ve, ¿tú no tienes hambre?
-No, estoy muy emocionada como para comer -respondió ella arrugando la nariz.
El mesero regresó con el café y el panqué, y extendió el diario a la chica.
-Muchas gracias -dijo ella y le puso cinco cucharadas de azúcar al café, y comenzó a hojear el diario con el ceño fruncido.
-¿Nada? -preguntó Cave al cabo de un rato.
Verónica no respondió, al cabo de un par de minutos sonrió y dijo: 
-Aquí está.
Guardó la hoja del diario en la bolsa del abrigo. Nadie se dio cuenta de cómo el panqué recibía las mordidas invisibles de Cave, que desapareció sobre el plato; y la chica se bebió el café, que se enfrió con velocidad. Pagó y salieron a la calle.
-Vamos por un taxi, le doy la dirección y llegamos al lugar exacto, así de fácil.
-¿No que iríamos al motel? -le respondió Cave.
-Cave, colabora un poco. Moteles hay muchos, conozco uno. Siempre hay vacantes, no es caro, relájate.
-¡Ahí! ¡Un taxi! -dijo él.
Verónica levantó el brazo, mientras con una mano extrajo la página del diario. Subieron al taxi.
-A la calle 72, en Dahmer, por favor.
-¿Vas sola a ese lugar? -preguntó el taxista mientras la miraba extrañado por el espejo retrovisor.
-A la 72 en Dahmer -repitió ella seria.
-Bueno -respondió el taxista encogiéndose de hombros.


***

Verónica y Cave permanecían de pie contemplando los restos de lo que alguna vez fue una pequeña feria nómada. Los puestos permanecían destartalados y con la pintura salpicada de óxido, la rueda de la fortuna era habitada por cuervos que chillaban en lo más alto, el carrusel permanecía cubierto de enredaderas, y los restos de la lluvia aún producía goteos lentos en todas partes. La noche ya estaba dominando todo, y lo siniestro del lugar pegaba en la cara por medio de un aire pesado y helado. Y justamente en la entrada donde ellos permanecían quietos, una telaraña de cintas amarillas con letras negras rezando "ALTO" tapizaban la entrada.
-Vamos -dijo ella tragando saliva- que si se hace más no podremos ver nada.
-Yo sí -dijo él riendo.
-No si te saco los ojos -le respondió mirándolo con los ojos entrecerrados y se acostó, comenzó a arrastrarse con los codos y consiguió pasar bajo las cintas. Se puso de pie y se sacudió, Cave ya estaba a su lado.
-¿Ves, Cave? Ser pequeña tiene sus ventajas.
-Ahora, tenemos que buscar el lugar exacto donde ocurrió el asesinato -le respondió él- no detecto ninguna otra presencia más que la nuestra, así que podemos estar tranquilos.
Verónica lo miró con cara de piedad.
-¿Puedes hacerte algo más grande? Quisiera ir en tu lomo.
Cave aumentó su tamaño al de un pequeño oso y la chica saltó emocionada a su lomo, y comenzaron a andar a pequeños saltos.
-Siento cerca el olor a muerte -le dijo a ella.
Verónica estaba perdida en el paisaje a olvido del lugar, aquel se clavaba en sus poros y el tiempo pareció soltarle muchos reclamos, sintió un estremecimiento cuando vio el viejo y oxidado juego de las tazas giratorias, se sintió empujada para atrás en la espiral invisible de la revelación y todo el sitio se llenó de vida: Los juegos estaban funcionando de nuevo pintados de colores brillantes, divirtiendo a los niños risueños que gritaban de alegría sobre ellos. Entonces, en las tazas giratorias, ahora vivas y de un rosa chillón, justo al frente había una niña, una niña menuda, pálida, con un par de ojos oscuros, tomada de la mano de una mujer joven, pálida como ella, con sus mismos ojos, y la mirada distraída que ella llevaba siempre; la mujer bajó la mirada hacia la niña que ahora tiraba de su abrigo y dijo con una voz que Verónica había amado y amaba con locura y nostalgia, pero que ya había olvidado casi del todo, por el cruel destino del tiempo y la muerte prematura:
-Calma, Verónica, cuando los niños bajen podrás subir tú.
-Soy yo... Este sitio... Estuve aquí.. ¡Ahora recuerdo! Entonces... Ella... Ella es mamá -susurró Verónica y justo entonces la chica sintió que todo daba vueltas, y los colores vivos de la visión se fundieron con los colores muertos y decrépitos de su realidad y todo giró en un matiz confuso y vomitivo, como en una licuadora llena de oleos y trozos de tierra húmeda y lodo, sintió que se soltaba de Cave, y segundos después todo fue total oscuridad. 

-¿Verónica? ¡Verónica! ¿Estás bien?
Verónica parpadeó levemente, tanteó con los dedos, y éstos se enterraron en el frío pasto, se sentía somnolienta, cansada, como si la hubieran despertado de una siesta muy buena a tan solo minutos de que la hubiera empezado. Cave permanecía sentado a su lado, y tenía las orejas caídas en señal de alarma. Se incorporó y miró alrededor, todo seguía igual de gris, no había señal ni de ella de niña, ni de su madre. 
-Estoy bien, amigo -dijo tallándose los ojos- Sólo me sentí mareada, debe ser por no comer, ahora que recuerdo, tengo una barra de chocolate en la mochila. 
Se puso de rodillas y extrajo la barra de Cadbury metida en el bolsillo delantero. La abrió y le pegó una mordida colosal. 
-¿Quieres ir a descansar? -le preguntó Cave. 
-No -respondió ella con las mejillas infladas y la boca llena- Vamojsh a conftinaursh. 
-¿Segura? -cuestionó él, aún alarmado. 
-Que sí, hombre -contestó ella, puso el resto del chocolate en la mochila y se montó de nuevo, avanzaron y ella volteó la mirada hacia las tazas y sonrió con tristeza. 

-Fue aquí -dijo Cave deteniéndose en la entrada de una vieja casa del terror, con apariencia de castillo medieval. 
-Entremos -dijo ella saltando de su lomo. 
Verónica avanzó hacia la puerta y la empujó con los brazos, esta se abrió con un ruido demasiado irritante. Se detuvo en la entrada y buscó en la mochila su linterna, la encendió y suspiró. -Bien -dijo-. Para luego es tarde -y avanzó al interior, Cave saltó adelante de ella. 
-Yo te guío -le dijo-. Estamos casi a nada.
La chica iluminaba su camino, las paredes adornadas con muñecos de plástico de películas de horror y escenas de tortura apenas y le provocaban incomodidad, los pasos de sus botas sonaban con eco por todo el sitio y las goteras adornaban el ambiente opresivo con un continuo "TAC, TAC" 
-¿No sientes ese hedor? -preguntó Cave.
Verónica olfateó. 
-Huele a humedad -sentenció. 
-No -respondió Cave serio-. Huele a que algo se está pudriendo. 
-Yo no siento nada -dijo ella oliendo con más atención. 
-¿Estás segura?
-Lo estoy -dijo ella una vez que confirmó que su nariz no atrapaba otro olor más que el de la humedad del sitio. 
-Entonces, Ve, acabo de dar con la huella hedionda, ya tengo su olor.

lunes, 7 de abril de 2014

Verónica y la huella hedionda (1)

El cigarro de esa tarde se consumía demasiado lento, ya que el aire favorecía el posible cáncer de sus pulmones. El aire apenas tenía un soplo ocasional, frío, como un espectro que te suspira en el oído a las horas más muertas de la noche. Verónica y Cave permanecían sentados en lo más alto de una colina y desde ahí contemplaban la ciudad que se asomaba apenas diminutamente entre los árboles espesos. La chica permanecía con la cara sobre sus rodillas, abrazando sus piernas, con el cigarrillo soltando su humo danzante en la mano.  
-La mamá de Julia dijo que dices demasiadas palabras obscenas y que te vistes como si estuvieras en un funeral- comentó Cave.  
-Bueno, estoy en uno: Mi vida- respondió ella y exhaló el humo del cigarro pasivamente-. ¿Qué hacías acaso? ¿Espiar? 
-Sólo recorría la casa, estaba muy aburrido. 
-También yo, por eso salimos de ahí cuanto antes- dijo ella y comenzó a acariciar el morro del conejo-. Cave... Si te pido un favor, ¿Lo harías? 
-Bueno, eso depende. 
-Al carajo con esa mierda, Cave- dejó de acariciar-. Si vas a hacer algo por mí, que sea por mí, no porque creas que también es bueno para ti.  
Cave no se alteró.  
-Siempre sales con alguna locura, Verónica, sólo intento protegerte. 
-¿De qué? 
-De ti misma.  
La chica pasó unos minutos en silencio y finalmente dijo: 
-En la ciudad- apuntó con el dedo- están matando chicas, llevan muertas tres chicas en dos semanas; en este mes, con las del anterior suman seis, y todas presentan huellas de abuso sexual y... Partes del cuerpo comidas.  
-¿Comidas? 
-Sí, quien las mata se come directamente del cadáver algunas partes.  
-...Vaya.  
-Quiero que vayamos a la ciudad y busquemos a quien las mata, y me dejes a mí matarlo.  
-¿Estás loca?- preguntó Cave, no pudiendo evitar un tono de sorpresa.  
-No, estoy molesta- respondió ella, mientras apagaba la colilla en el pasto.  
-¿A ti en qué te afecta? 
-No esperaba menos de ti, no sé cómo carajo sigues conmigo si te da lo mismo que alguien me atrape y me traiga en alguno de estos árboles para violarme y después comerse mis pechos- atajó ella con un evidente tono de indignación.  
-No dejaría que te hagan daño.  Verónica estuvo a punto de discutir de nuevo, pero abrió los ojos y sonrió de manera satisfecha. Se puso de pie y descendió corriendo la colina, Cave corrió tras ella intrigado.  
-¿Adónde vas?- le dijo.  
-A casa, por mi mochila y dinero- respondió ella mientras se montaba en la bicicleta.  
-¿Y para qué quieres todo eso?- preguntó Cave aún sin entender.  
-Me voy a la ciudad a buscar al culpable de esas muertes, Cave- respondió ella cortante, con aquel tono que marcaba un sello de titanio a su decisión, que ya no había nada que la hiciera echarse atrás-. Tú decides si me ayudas o no, aunque con tu ayuda sería muy sencillo... 
-Deja eso a la policía, Verónica- apremió él.  
-Probablemente den con él, pero no hasta que mate de nuevo, a veces incluso los dejan seguir matando para que dejen más pistas, Cave, tú puedes hacer que lleguemos a él en un día, y si no me quieres acompañar, no lo hagas, aunque podría atraparme y... 
-Ya, ya, entiendo tu punto- respondió él, entre incrédulo y molesto-. Está bien, vamos, pero sólo porque no me dejas alternativa.  
Verónica sonrió satisfecha. 

Papá, estaré en casa de Nancy este fin de semana, no te avisé porque sé que no te darás cuenta de que no estoy hasta que necesites que alguien vaya por cerveza. Por cierto, tomé del dinero de mi beca antes de que te lo gastes, cuídate mucho, y por favor no te mueras mientras no estoy. 
Te quiere,
Verónica.
Dejó la nota sobre la mesa de la televisión, y corrió a su habitación. Tomó su mochila de viaje y metió ropa interior y un par de mudas, en una bolsa antiácido metió su cepillo de dientes y pasta dental, además metió más cosas de cuidado personal en la mochila y se puso sus botas más cómodas y su abrigo más caliente para evitar llevar muchas cosas. Miró alrededor de la habitación con los ojos entrecerrados para detectar si algo se le pasaba, entonces se topó con un oso azul de peluche sobre su cama.  
-Teddy- susurró. Miró hacia la puerta y no detectó a Cave cerca, así que corrió a tomar el peluche y lo metió a la mochila en cosa de segundos. -Qué estúpida eres, Verónica- se dijo.  
Bajó las escaleras rápido y Cave ya la esperaba en la puerta.  
-Lista- dijo.  Cerró la puerta. Suspiró y miró a Cave.  
-No te asustes- le dijo mientras avanzaban por el sendero y las hojas secas crujían bajo sus pasos-. Por primera vez en mi vida siento que estoy haciendo algo bien. Que estoy ayudando a alguien... Que estamos en una misión.  
-No lo vas a matar tú, lo haré yo- dijo él, y nada más.  
Verónica asintió con un halo siniestro. 
-Está bien, no dudes que lo merece. Todas esas chicas eran menores de edad, ninguna merecía acabar así, y ahora vámonos que el último autobús pasa a las siete, y este maldito bosque está helando muy jodido. 
-Pero si es verdad, sí dices muchas palabras obscenas- dijo él, divertido.  
-¡Ah, Cave! Mierda, apúrate- respondió ella sonriendo levemente, y apuraron el paso.