viernes, 23 de mayo de 2014

Opinión de un hombre con barba y vello púbico abundantes.

Julio metió su carta a un sobre, escribió la dirección de la revista sobre moda a la que quería mandarla y la envió después de fumar un cigarrillo, la carta era la siguiente: 


Cuando mi madre me dijo, una tarde de vaya a saber que mes, por el año 94 (el año del suicidio más punk de la historia) que un día me iba a crecer barba, les juro que no me la creía. Corrí al baño y espejé mi infantil y casi estúpido rostro en un cristal pulido con detergente y limpiado con papel sanitario (Ustedes sabrán que tanto el culo como el espejo quedan brillando como polvo de estrellas) y miré mi barbilla lampiña, ¿De dónde caramba iba a salir pelo? ¿Tendría que ir con el doctor para que me recetara pastillas que agilizaran el nacimiento de mi barba?.
Al paso de los años, de cada vez menos inocencia me fui percatando de que de mis axilas comenzaba a asomarse un pelo delgado, castaño claro y rizado. Y como me pudo esa duda, mi pelo liso me decía que sería liso para siempre, y mi vello naciente me hacia dudar de el. Liso. Rizado. Rizado. Liso. ¿Du yu onderstan? Los compañeros mostraban sus axilas cada vez más pobladas y hablaban de que a las chicas les brotaba un triángulo de vellos entre las piernas. Y es que el triángulo es la figura geométrica más esotérica de todas, y vires a donde lo vires siempre habrá un lado positivo y otro negativo, toma eso física de preparatoria. Divagando con todos estos morbos nuevos y exquisitamente aventurados apenas me acordaba de cosas que antes no podía olvidar. 
El vello púbico entonces nació una tarde de no se que mes, pero que se que al verlo me dio no se que sensación. Luego supe apreciarlo y jugar con el tumbado en la cama después de bañarme.  Y tiempo después vinieron las chicas y el rock alternativo, los recuerdos grungeros de años pasados y la verdad de que los Beatles en realidad eran muy malos, que una canción de King Crimson le daba mil vueltas a la mitad de su discogafria sin cansarse en el acto. De qué David Bowie no era humano y el miedo de que alguna vez regresaran por el sus hermanos de otro planeta y se lo llevaran consigo. Y por supuesto, Carla Carlita, flaca, morena clara y de trasero redondo, mis primeras babas en el piso y las primeras pajas en la cama. Sin pudor. Sexo es sexo aunque le muevan las letras un poco y le quiten la x y quede, en resultado: Eso. Y justamente "Eso" se usaba para referirse al sexo, imaginen ustedes.
-Vamos a hacer "Eso"-
-No, yo le tengo miedo a ese payaso- 
Mal chiste. 
Pero bueno, fin del cortejo, a su casa pendejo con una crema líquida a pensar en ella. 
Pero entonces, no nos olvidemos ¿Y la x que fue removida? Ah, pues muy fácil. Le ponemos otras dos x más y entonces XXX, tú bien sabes de que hablamos con "eso" que resulta. ¿verdad pornero? 
Pues Carla si tenía ese tan comentado triángulo, ahí entendí que él sexo es matemático y hacer el amor es literario. Porque todos podemos sumar las mujeres con las que estuvimos en la cama, pero pocos podemos poner en letras lo que se siente cuando lo haces con la única indicada. ¿Verdad que tengo razón? 
Sumar, restar, dividir, "Profe, no le entiendo nada". Por eso, yo mejor hago cartas a mano, y no compro postales, por eso de ponerme a contar el cambio. Cuando eres malo en matemáticas hay que evitarlas a toda costa, como que no se puede, yo hace mucho que no cuento mis errores, y vivo más tranquilo. 
Y a todo esto ¿Por qué la gente se depila el vello púbico? Eso es muy fácil, porque siente que no se ve bien, madre mía, hay cosas que se ven peor que eso, y la gente se preocupa por el vello de sus genitales, ¿Como están los míos? Recortados y bonitos. No concuerdo con que deban ser depilados, el ser humano tarda aproximadamente doce años en tener vello púbico y aproximadamente cuatro en cortarlo. Apróximamente dos a tres semanas en volver a cortarlo y aproximadamente dos a tres veces en repetir esta atrocidad para considerarla agradable. Por favor permítanme mandarlos a jugar un dardo con el trasero, bola de vellócopatas, ustedes y sus modas absurdas de depilación pueden irse al mismo carajo ahora mismo, son todos unos hijos de puta, mi novia no volverá a depilarse, ¿Por qué sacrificaría esa representación humana de Venus sólo porque ustedes publicaron un artículo sobre el vello púbico y su muy puta idea de la antiestética? Mando junto con esta carta la suscripción anual a esta mierda consumista que llaman revista. 

Con mucho cariño, y con un amoroso váyanse a la mierda. 

Julio H. 

sábado, 10 de mayo de 2014

La ramificación de otoño.

Cuando yo le decía "Quiéreme un poco más" ella me decía "Espérate un poco más". 
Mala mía, Isabel. Eso de extrañarte tanto que apenas me queda tiempo para ser hombre, eso de los recortes y los arrugues de papel, porque sólo sabía que ya era de noche cuando en mi habitación las letras de las novelas de ochocientas páginas se confundían con las letras negras del olvido que llenaban en escritura versal mis tristes ojos cafés. Qué caray, ¿no? Mira que yo suelo recordar aquella tarde de verano, y tu sombrero que parecía ser parte de la rumba fauna y flora, y tu sonrisa divertida con mi comentario tan diáfano como infantil, y tu pelo cual vela de barco pirata que tan negro era como las velas craneales de éstos. Y tus ojos verdes, con aquella marea de río amazónico, cuánto hubiese dado yo en mi calidad de simple mortal por haberme ahogado en aquellas aguas. 
Y te ibas, pequeña malcriada, y yo caminaba detrás de ti, y el mundo nos seguía de cerca, cuidando cada detalle de nuestras peleas salpicadas de erotismo, dime cuántas veces no acabamos uno dentro del otro porque no habías pasado a recoger mi ropa de la tintorería; ah, qué pinche tintorería, mira que incitar el coraje y la lubricación en una sola tarde no es cosa de suavizante, detergente y planchado por cincuenta pesos; Luego mirabas los puentes con sus autos espaciales y me decías "Qué suerte estar sobre un puente" y yo te preguntaba que a qué te referías y decías "Porque estar en un puente es estar más cerca del cielo". 
Cuando decías que estabas conmigo en aquellas cascadas de ansiedad crónica, cuando me sentía solo en aquellas flamas heladas del malecón y su eterna espera y no veía nada más a mi lúgubre alrededor, nada más que la misma ola rompiéndose una y otra vez en la misma roca, año tras año, década tras década, qué putada. Dime tú, eterna ausente, ¿Cómo lleno yo los vacíos que dejas? Si me dejaste llenar un saco con trece agujeros con semillas de girasol, fetos de la tierra. Otras veces te dabas golpecitos en las piernas, llamándome a convertirlas en almohadas; rastrero yo, pululante yo y dichoso yo, por recostar mi maquinaria de sueños a las faldas de la musa mía de cristal bañado de lluvia. Y entonces ahora quieres que recueste la cabeza en una lápida derrumbada, Raquel dice que eres una hija de puta, yo le digo que tu madre no tiene la culpa. Vieras tú, clavel de nube, mineral de tierra, tornasol de Caribe, cuántas veces no he sentado mi ser en este árbol desde aquel adiós borroso y arcaico, y he visto pasar las estaciones como cortejos fúnebres tapizados de flores de temporada, porque si algo nunca se acaba en este mundo de mierda son las flores, y si algo son las flores... No lo sé aún. 
Así pues, he escrito memorias dispersas, algunas rescatadas a punta de sentimiento y garra del olvido, si tú lo vieras... Si tan sólo lo vieras, y que las pastillas, y que el insomnio y que estás más flaco y que no comes mucho y que sal más seguido y que la hija de la comadre dice que estás guapo, y caminé aquí, hasta este árbol mío que conoce hasta la más pequeña llaga de tu partida, y me puse a mirar cómo atardece, cómo los árboles se mueven como órganos latentes de esta vida absurda, con un cáncer de dos piernas y ego inflado, recuesto la cabeza al tronco, y aquel otoño es entonces más marrón y naranja de lo que nunca antes había sido, y el árbol suelta sus ramas desnudas y avanzan como víboras, levanto la vista y miro cómo vienen hacia mí. ¿Por qué debería huir de un árbol?
Si este ha sido mi confidente por meses, no hay nada más seguro que él, cierro los ojos y estas ramas me envuelven suavemente, suben mi cuerpo, lo aprietan y lo hunden hacia su interior, apenas puedo hacerme una pregunta: "¿Quién es Isabel?" Estoy sanado y más feliz que nunca. Segundos después mi cuerpo se convierte en un puñado de hojas secas que bajan bailando lentamente al pie del árbol sanador y nadie me vio, nadie me vio morir, porque ya estaba muerto y sólo fui purificado por la misma tierra que pisé, por la misma natura que confidente mía fue, y sólo el aire miró sin interés mis hojas secas tocar el pasto al fin, y es que el aire lleva siglos ignorando todo lo que ocurre a su alrededor.