domingo, 30 de junio de 2013

Verónica #2: Masacre en el sendero.


3-
Verónica tenía la cabeza apoyada en la mano mientras su vista devoraba un libro, Una taza de café cargado humeaba a su lado, y afuera la lluvia golpeaba rítmicamente el cristal de las ventanas de la cafetería en la que de encontraba. Su abrigo tenía una flor en el bolsillo del pecho, y su cabello permanecía recogido y oculto bajo un gorro de lana morada. Ocupaba una mesa para dos, en la esquina menos llamativa del sitio, que aún así, permanecía vacío, Cave, estaba a su lado, tendido dormido junto a la pared, invisible tanto física como visualmente para otra persona que no fuese Verónica. 
La única persona además de ella ahí, era el chico que atendía el lugar se llamaba John, era hijo del dueño de la cafetería, el señor George, John estaba sentado mirándola furtivamente, había estudiado toda la primaria con ella, y fueron amigos muy cercanos, unidos tanto por gustos como por el confort que les provocaba estar en compañía del otro; pero ya hacia años de eso, desde la muerte de la madre de ella, lo que Verónica decidiera separarse del mundo, y vivir sola entre libros y post-punk. Verónica se había percatado de las miradas de John pero no le dio importancia. John se levantó y cruzó de la barra, hacía las mesas, Verónica levantó la mirada y lo notó, el corazón le dio un vuelco. 
-Hol..Hola- saludó John con la voz pendiendo de un hilo. 
Verónica no despegó los ojos del libro y respondió: 
-No necesito nada más, gracias- 
John no se extrañó. Sabía que ella diría algo así, ningún chico había intercambiado más que dos o tres palabras con ella. Pero habían sido amigos, y sabía como proceder. 
-Vy- dijo. 
Verónica pareció impresionada, incluso dejó de mover el pie (una de sus mayores manías), hacía muchos años que nadie le decía así, no desde que los alejo a todos, cerró el libro y miró a John. Sus ojos oscuros se toparon con los ojos miel de él ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez? 
-¿Qué buscas John?- preguntó. 
John sonrió levemente. 
-Tengo algo para ti- le dijo nervioso. 
Cave había despertado. Y miraba toda la escena con suma curiosidad. 
-En serio John. No pretendo ser grosera, no contigo, pero ¿No deberías estar trabajando?- 
-Acaso, ¿No has notado que no hay nadie más que tú aquí?- le dijo el chico paseando la mirada por el lugar. 
-¿Debo ofenderme por que insinúas que soy estúpida?- 
-¿Me creerías capaz de llamarme tal cosa?- 
Verónica no dijo nada. 
-Bien, espera aquí, no te vayas por favor, iré por ello- le dijo John y agregó algo temeroso -¿No te irás o sí? 
-Me iré si no te das prisa- 
John sonrió de nuevo y corrió hacía la barra. 
Cave dio un saltó hasta su lado. 
-No quiero preguntas Cave- dijo ella con tono cortante, bajando la cabeza. 
-Verónica. ¿Estas sonrojada?- preguntó su amigo con voz divertida. 
-Dije que no quiero preguntas- le dijo entre dientes. 
-¡Por las orejas de mi madre y la madriguera en la que nací, Verónica estas sonrojada! - exclamó Cave y dio un salto. Verónica abrió la boca para responder pero la cerró y bajó la mirada de nuevo al percatarse que John venía con un paquete del tamaño de una caja de zapatos, forrado en un papel floreado y con un moño en la parte frontal, se paró junto a ella, Verónica se había quitado el gorro y se cubrió parcialmente la cara con el cabello enmarañado para evitar que John notara su sonrojo. 
John se paró junto a ella y le extendió el paquete, Verónica lo miró, y después a John, y repitió la acción. 
-¿Qué se supone que es esto?- preguntó. 
-Se que tu cumpleaños fue hace dos semanas. Pero me había intentado acercar de otras maneras, la primera, en el colegio, me dijiste que necesitas llegar a la alberca, ese día no la llenaron- Verónica pareció apenada- la segunda, me dejaste con la palabra en la boca y seguiste caminando, así que... Tuve que esperar a encontrarte aquí. Al menos no te podías ir sin pagar la cuenta. 
Verónica estuvo apunto de reír pero se mordió el labio. 
-Anda, es tuyo- apremió John estirando la caja. 
Verónica la miró, sonrió levemente y lo tomó, era pesado. 
-Gracias... - dijo, se puso de pie y metió el libro en su bolso- a terminado de llover. Es algo tarde debo de ir a cas... - fue interrumpida por un abrazo de John, estuvo a nada de empujarlo, pero algo la detuvo, ese algo era una sensación de cariño, ¿Hacia cuanto que alguien no la abrazaba? ¡Y menos así! Los dedos de John apretaban su espalda, el chico olía a café, Verónica no pudo resistir esa sensación cálida y apretó a John. ¿Qué carajo hacia? ¿Abrazando a John? ¡Eso no era propio de ella! Se separó abruptamente de él y bajó la mirada.
Metió la mano a su bolsillo y extrajo un billete.
-¿Cuanto va... 
-No es nada- 
-John, ¿Cómo que no va a se...
-Es la otra parte del regalo- 
Verónica retrocedió y su pie tropezó con la silla, más sólo trastabillo.  
-Gracias, adiós- dijo rápidamente y salió del lugar, como volando con Cave tras ella. 
John se quedó ahí parado. El café de Verónica aún seguía casi lleno, humeante, había sentido los brazos de ella apretándolo. Lo había abrazado, y por fin comprobó lo que había pensado tantas noches y recordado vagamente por antaño benévolo,  Verónica olía a un ángel.
 
4-

-¡Lo abrazaste Verónica! ¡Te dio un obsequio! ¡¿Qué es?!- decía Cave muy animado mientras caminaban cruzando una parte del bosque para llegar a casa. 
-¡Cállate! ¡Fue por gratitud! ¡No te importa!- respondió ella furiosa. 
-¡¿Es tu macho?!- 
-¡¿Mi que?!- 
-¿Ustedes no les dicen así a sus parejas?- 
-¡Les decimos parejas Cave! ¡No "mi macho"! ¡Eso suena tan vulgar! ¡Y no, no lo es! ¡Y ya cállate sino quieres que te parta a puñetazos el hocico!- 
Cave rompió a reír, miró a Verónica y la chica no pudo contener la risa. 
-Pareces un tomate- le dijo. 
Verónica gimoteó. 
Caminaron por el sendero, que estaba rodeado por árboles, esa noche estaba algo más oscuro que otras, debido a la lluvia, pero era la única manera en la que podía llegar a casa. Paraban de reír y antes de que alguno de los dos pudiera decir algo escucharon un crujido entre los árboles, a un costado de ambos, Cave paró las orejas, y Verónica se paró en seco. Se llevó un dedo a los labios mirando a Cave. Se acercó con mucha precaución con el entrecejo sumamente arrugado, entonces frente a ella, de entre los árboles un tipo apareció de repente estirando las manos. 
-¡BU!- le gritó, Verónica pegó un grito, retrocedió arrebatandose , y soltó el regalo de John , justo cuando iba a empezar a correr un segundo tipo emergió detrás de ella, la tomó con los brazos, tapándole la boca. Intentó arrebatarse pero el tipo grande. Verónica trataba de  gritar, pero con esa enorme boca tapando la suya no se oyó más que un leve gemido. La mirada asustada de ella buscó a Cave, el conejo permanecía mirándola asustado, nada podía hacer. 
-¡Lucha! ¡Haz que te suelte!- le gritaba. 
El primer tipo tenía una barba de candado.
-¡Sujeta bien Bobi!- le gritó al tipo que la tenía atrapada que era grande y moreno, acercándose. 
-¡Ah May, nada puede hacer esta pollita!- le respondió refiriéndose al primer hombre. Verónica forcejeaba pero sus brazos y sus piernas siempre habían sido demasiado delgados. 
-Nena, ¿Siempre eres así de pálida o estas muy asustada?, no te haremos daño, al contrario, vas a sentir muy rico- le dijo May mientras la miraba mórbidamente y se lamía los labios. Bobi sólo río. 
Las lágrimas de los ojos de la chica aparecieron. 
-Oh Bobi. Nuestra amiga esta llorando. Ven pequeña, el buen May te va a consolar- se acercó a ella y le acarició el cuello, Verónica intentaba moverse. Más sólo podía patalear. Cave andaba de un lado para otro, desesperado, asustado - Que lindo cuello, ¿Por qué te tardaste tanto en pasar por aquí?, Llevamos mucho esperando- comenzó a desabotonar el abrigo de Verónica, al terminar de hacerlo contemplo la blusa delgada que llevaba la chica debajo, ajustada a sus formas femeninas -No tienes mucho donde presumir aquí adelante. Pero esa carita lo compensa todo- le dijo y le pegó en la barbilla, debajo de la mano de Bobi. 
-¡Verónica! ¡Su nariz está justo detrás de tu cuello! ¡Haz el cuello para atrás!- Le gritó Cave asustado. 
May deslizó la mano hacia un seno de ella, pero justo antes de tocarlo, Verónica hizo la cabeza hacia atrás con toda la fuerza que pudo y su nuca se estrelló justo en la nariz de Bobi, un crujido sonó y Verónica sintió un líquido caliente salpicar su cabello, Bobi gritó y la soltó, llevándose la mano a la nariz, la chica levantó la pierna y pateó a May en el estómago, Verónica corrió con todas sus fuerzas, Cave corrió a su lado, May se puso de pie y sin perder tiempo, salió tras ella. 
-¡Ayúdame maldita sea!- gritó Verónica sin parar de correr mirando a Cave. 
-¡Verónica no quieres verme cuando me trasformo!- respondió Cave. 
Verónica miró fugazmente hacia atrás, May venía a escasos dos metros. 
-¡Ayúdame!- le gritó a Cave con lágrimas en los ojos. 
-¡Toca su cara! ¡Hazlo! ¡Confía en mi!- respondió Cave. 
Verónica frenó de golpe y se dio la media vuelta,  May chocó contra ella y cayeron al pasto, el tipo comenzó a besar desesperadamente el cuello de ella. 
-¡Toca su maldita cara!- le gritó Cave. 
Verónica llevo las manos a la cara de May, tocando sus mejillas. 
-¡Cave!- gritó. 
-Aquí estoy- 
May levantó la mirada. Y se levantó asustando mirando hacía el frente. Jamás había visto a un conejo de ese maldito tamaño. 
-¿Qué mierda?- dijo, poniéndose de pie y mirando asustado a Cave. -¿Hablaste? 
-Déjala- respondió Cave, saltando al frente de la indefensa Verónica. 
-Oh, mierda- exclamó May retrocediendo, Unos pasos apresurados sonaron detrás de el, y apareció Bobi. 
-¡La muy puta me partió la maldita nariz May! Le voy a partir el...- se detuvo abruptamente y miró a Cave -May, ¿Qué mierda es eso?
May lo miró extrañado, y luego a Cave. 
-No tengo la menor puta idea- metió la mano al saco y extrajo una pistola- pero lo voy a matar. Después nos vamos a follar a esta pequeña de la familia Adams y nos iremos a dormir olvidando esto. 
-¡Cave no!- gritó Verónica entre llantos. 
May apuntó a Cave. 
El cuerpo de Cave comenzó a cambiar, sus espalda se hizo doblemente grande, y las orejas que tenía se hicieron dos largos cuernos, sus patas delanteras se hicieron brazos largos y gruesos, que acaban en unas garras que brillaban de afiladas, las traseras tomaron forma de piernas, fornidas haciendo que este de pie, terminaban en patas con garras, su pequeña cola graciosa era larga ahora y terminaba en una hoja afilada, sus dientes eran colmillos y sus ojos pequeños y negros ahora eran rojos, profundos, llenos de ira, Verónica estaba paralizada de la impresión. 
Bobi había retrocedido y May cayó al suelo, sin soltar el arma. 
-Eres el maldito demonio- exclamó apuntando temerosamente  
Cave saltó sobre el, y le dio un zarpazo que le rebanó la cara en tres, la sangre salpicó por todo el pasto, y las garras plateadas de Cave ahora eran carmín, levantó la zarpa de nuevo y arrancó la cabeza de May, que voló metros a la espesura del bosque, Bobi gritó y comenzó a correr, Cave se lanzó tras el, le cayó encima, levantó la cola y clavó cerca de una docena de veces la hoja afilada en la nuca del abusador entre una espiral de sesos y sangre. Verónica estaba tiesa, la sangre salpicaba todas las hojas secas al rededor del decapitado May, Cave se puso de pie, se dio la vuelta y los ojos rojos y profundos se clavaron ella. Verónica se aferró a las hojas, muerta de miedo, pero antes de que pudiera hacer algo más, el cuerpo de Cave volvió a ser el mismo conejo regordete de siempre. Avanzó hacia ella, con el pelaje lleno de sangre y trozos de piel y carne. 
-Te dije que no querías verme transformado- le dijo, con voz de pésame. 
Verónica se puso de pie y corrió a abrazarlo. 
-Gracias, gracias, sin ti, estaría... Gracias- 
La chica se separó de el, su abrigo estaba algo manchado de sangre 
Miró a los cadáveres. 
-Están.. Masacrados ¿Qué haremos con ellos?- 
-Dejarlos aquí, a los lobos les van a encantar- 
Asintió con la cabeza. 
La violencia contemplada no le había asustando en lo mínimo. Sonrió a Cave. 
-Regresemos por el regalo, se me cayó cuando intentaron dañarme, después nos vamos a casa- 

5-

Abrió lentamente la puerta de la casa. Tenía el cabello enmarañado. Los ojos hinchados y llorosos, y el cuello lleno de marcas. Se había limpiando la sangre del abrigo, cruzando el vestíbulo y se encontró a su padre en el comedor sentado, con cerca de seis botellas de cerveza vacías a su lado. Levantó la mirada y casi suelta la botella que tenía en mano. 
-¡Hija! ¡¿Estas bien?!- le dijo a Verónica. 
-Mejor que nunca- respondió ella sin mirarlo, avanzó al refrigerador y extrajo el bote de jugo. Y la puso bajo su brazo. 
-¡¿Te paso algo?!- 
Verónica lo miró fijamente.
-George, he cruzado este maldito comedor mil veces, y has estado aquí esas mil veces, ¿necesito llegar con un aspecto completamente jodido para que me preguntes como carajo estoy?, pues no te molestes, no tengo nada - respondió. Acto seguido y dejando a su padre con la boca abierta y un gran impacto, subió las escaleras a su habitación con el regalo en las manos, la caja de jugo bajo el brazo y Cave tras ella.

6- 

Cerró de un portazo, se quitó el abrigo y lo lanzó a un lado, desabrocho sus jeans y se despojó de ellos, se tumbó a la cama. 
-Me iban a violar- 
Cave saltó a su lado. 
-No pienses más en eso, ahora estas a salvo- 
-Están muertos- 
-Lo merecían- 
-Ojalá los hubieses matado de peor manera, Cave, ¿Qué te pasó, por que te volviste un monstruo? Por segundos creí que igual me matarías-  
-Es mi aspecto guerrero, todos los seres elementales tenemos uno cotidiano- movió la cabeza señalandose- y uno de batalla- 
Verónica lo miró. 
-¿Te imaginas que tomen el pueblo? No tendremos oportunidad, no toda la gente de aquí es una basura, Cave, hay niños, ancianos, gente buena, no podemos dejar que les hagan daño- dijo sin quitarle la vista. 
Cave suspiró. 
-Por eso iremos a la fiesta de los girasoles- 
-¿Qué soluciona eso?- 
-Nada, pero al menos sabremos que planes tienen-
Verónica asintió con la cabeza. 
-Tienes razón- 
Se sentó en la cama y tomó la caja de John. Sonrió. 
-¿Quien era ese chico?- preguntó Cave. 
-John, su papá es dueño de la cafetería, era amigo de... De mi madre... John y yo fuimos grandes amigos, pero ya sabes, la muerte de mi madre me afectó mucho, y me alejé de todos, me exilié en mi misma,  no creía que alguien se acordara de mi cumpleaños- dijo, y se rascó la nariz. 
-Ya ves que sí- dijo Cave animado a su amiga -¡Anda! ¡Ábrelo! 
Verónica le sonrió y retiró el tape de las esquinas de la caja, con sumo cuidado deslizó el papel, y apareció una caja roja de cartón, la destapó y se encontró con un oso de peluche azul, el resto eran cartas, demasiadas cartas, algunas de papel más amarillento que el de las otras, Verónica tomó al oso lo miró, y lo puso a un lado. Contempló las cartas, revolvió un poco y escogió la más amarilla de todas, la abrió y miró la fecha, sus ojos se humedecieron.
-Cave... Esta carta la escribió hace cinco años- 
Siguió abriendo más, con avidez después de una docena miró a su amigo que la contemplaba con curiosidad. 
-John jamás me dejo de escribir. Jamás me dejó sola, por más que yo me empeñe en hacerlo a un lado, nunca dejo de pensar en mi- le dijo al conejo. Tomó un cuaderno largo que también estaba en la caja y lo abrió, comenzó a pasar las hojas.
-Dibujos- 
Le mostró la libreta a Cave, era ella en esas hojas, sentada leyendo, mirando el cielo, en el pasto, en bancas. 
-Me dibujaba sin que me diera cuenta- afirmó. 
Cave miraba la caja y le dijo a la chica. 
-Allá brilla algo- 
-¿Eh? 
-Entre las cartas- 
Verónica rebuscó y encontró un pequeño tubo de cristal con una cadena de plata, tenía agua dentro, y una pequeña perla dentro, flotando, venía con una nota: 

"Aunque estés sola, como una perla, brillas y eres bella, como mil perlas" 

-Todo un caballero- le dijo Cave. 
Verónica sonrió.
-No lo se. Ahora sólo me apetece dormir. Ya mañana leeré un poco de esto, parecen más de cien cartas- 
Cave asintió. 
-Buenas noches Vy- le dijo riendo y fue a las cobijas que Verónica le había tendido para dormir. 
-Buenas noches Cave- le respondió la chica sonriendo. 
Verónica metió todo a la caja, sólo dejo fuera al osito azul. Puso la caja en su mesa de noche, y tomo al oso. Lo miró sonriente. 
-Te llamaras Teddy- le dijo, lo puso a su lado en la cama. Apagó las luces y se dispuso a intentar dormir. Tal vez, después de todo, nunca estuvo tan sola   como pensaba.

miércoles, 26 de junio de 2013

#1: La Reina de las flores.

Verónica #1: La reina de las flores. 

Verónica y Cave, permanecían echados en el pasto contemplando el otoñal cielo estrellado, a las orillas de un río de frescas aguas. 
La chica permanecía con los pies sumergidos en las plácidas aguas mientras uno que otro curioso pececillo le daba torpes besitos en los dedos. 
Su falda de tela blanca podría incluso confundirse con su pálida piel, y sobre su fleco lacio y oscuro, descansaba una corona hecha por ella misma, armada de ramitas y flores del mismo bosque, Cave, a su lado permanecía plácidamente dormido y la luz de las estrellas se reflejaba en su blanco y glacial pelaje. 
Entonces Verónica sintió como la corona se iba deslizando fuera de su cabeza, asustada se incorporó rápidamente, sacando los pies del río y provocando un sonido fuerte. Cave se despertó alarmado. 
-¿Pasa algo?- preguntó mirando de un lado a otro en posición de defensa. 
-Es sólo que...- respondió lo chica apuntando a la corona que se alejaba hacia un rosal, arrastrandose lentamente- mi corona... 
Cave la miró.
-Ponte detrás de mi- le ordenó. 
Verónica obedeció y tomo su lugar detrás de Cave. Sin dejar de observar todo con bestial curiosidad. De repente el rosal pareció tomar vida, saliendo de el ramas, que arrastraron la corona a su interior.  Las ramas y rosas se comenzaron a enredar y a tomar forma, enlazandose entre si, en segundos una forma femenina de larga cabellera y ojos verdes los miraba. 
-¿Qué es eso Cave?- preguntó Verónica extrañada y a la vez curiosa. 
-La reina de las flores- le respondió. Con un tono de voz serio, que jamás le había oído. 
La piel blanca del ser hecho de flores estaba adornada de pétalos, Verónica estaba sorprendida pero no iba a dejar que esto se notará. De repente, la alta mujer, dijo con una voz que podría confundirse con el aire del otoño chocando con algún viejo roble: 
-Que bueno es encontrarte Tamar- 
Cave inclinó la cabeza. 
-Buenas noches reina- 
¿Tamar? ¿Le había dicho Tamar a su Cave? 
Los carnoso labios de la reina se tornaron en una sonrisa de medio lado. 
Levantó la mirada y contempló a Verónica detrás de él. 
-Ya veo que los rumores eran ciertos. Te hiciste amigo de un humano- dijo contemplando con cierto rechazo a la chica. 
-Lejos de ser un humano, su majestad, Verónica y yo somos amigos, estaba por morir y la rescate, nuestro deber, si mi memoria no me traiciona es ayudar a los seres humanos cuando estén en nuestro territorio- 
La reina soltó una risa. 
-¿Ayudar has dicho? ¡Tamar ellos son una amenaza? ¿Cuantos de nosotros hemos muerto quemados a causa de sus malditos cigarros en nuestros bosques? ¿Cuantos animales no han sido arrancados vivos de sus pieles?- 
-Su majestad, Verónica es distinta- 
La chica salió tímidamente detrás de Cave y jugando con el doblez de su falda dijo en voz baja, tomando lugar a un lado de su amigo:  
-Soy.. Soy vegetariana- 
La reina soltó otra risa. Esta vez parecía burlarse de la chica. 
Ignorándola por completo miró de nuevo a Cave: 
-Tamar, las cosas han cambiado. Tenemos que tomar nuestro lugar. El mundo es nuestro sitio, fue nuestro antes, y lo será de nuevo, al menos, este pueblo- 
Verónica sintió un escalofrío. ¿A qué se refería exactamente la reina? 
-Usted debería considerar las cosas, Verónica jamás revelaría nuestra existencia ella es u... 
-No lo hará si quiere estar viva- 
Verónica se sujetó de Cave. Tragó saliva y habló: 
-Cave es mi único amigo, señora, y jamás lo perdería por nada, mucho menos por ser una habladora, puede confiar en mi- 
La reina los miró a ambos. 
-Vengan a la fiesta de los girasoles, ambos, en una semana. Los espero aquí mismo. A media noche y...- miró a Verónica de pies a cabeza- vístete menos humana. 
-Sí, su majestad, ahí estaremos- 
La reina los miró y segundos después desapareció del lugar, quedando sólo pequeños pétalos flotando por el aire y un intenso olor a flores. 
Verónica estaba más pálida de no normal. 
-¿Porqué no me habías dicho que no podían ser amigos nuestros?- cuestiono a Cave. 
-Si podemos. Debemos. Pero las cosas han cambiado últimamente, Verónica, los seres de este bosque están muy enojados, no todos, pero si gran parte de ellos, quieren vengarse- 
Verónica se cubrió la cara con ambas manos y soltó un gruñido. 
-¡Esto no puede ser real! ¡Quizás la golpiza en el bosque me hizo estar en coma! ¡O quizás por fin enloquecí!- 
Cave río un poco. 
-No, esto es real, pero tu gente se ha visto cegada por la modernidad y han olvidado escuchar a los árboles cantar- 
Verónica lo miró con algo más de tranquilidad y se abrazó a él. El gran cuerpo de conejo de Cave siempre estaba dispuesto a ser abrazado. 
-Te quiero- le dijo. 
-Yo también te quiero- respondió el conejo y le dio un golpecito en el hombro con su morro. 
-Tenemos que averiguar que traman, y sólo podremos saberlo asistiendo a la fiesta- dijo Verónica arrugando el entrecejo. 
-No tenemos otra alternativa. Pero vamos, este no es buen sitio para hablar- 
-Coincido, vayamos a mi casa, y hablemos de esto, por cierto, Tamar es un lindo nombre, pero tú eres Cave, ¿Te queda claro?- 
Cave río y le respondió: 
-Mas que claro, su majestad- 
Dicho esto, Veronica trepó al lomo de Cave y se perdieron entre el espeso bosque. Camino a casa. 

martes, 4 de junio de 2013

Historias Ordinarias.

1- Sábado de Wonder.

Levantarse esa mañana resultó ser más pesado que en cualquier otra.
David tenía veintitrés años, y tenía el alma atrapada en un departamento de dos recamaras, una cocina y un baño, todo pequeño, el suelo tapizado de historietas y ropa sucia, papeles sanitarios con semen seco de la paja de la noche anterior, cajas de pizza vacías y latas de Coca-Cola.
La única ventana del pequeño departamento, en el décimo piso de un edificio de segunda daba vista hacía la dantesca ciudad y a un espectacular cuyo eslogan decía: "Sea feliz, sea usted mismo" de una marca de desodorantes corporales.
Después de muchos intentos, logró levantarse esa mañana de sábado, avanzó arrastrando los pies hacía el baño, abrió el grifo y después de cepillarse, se lavó la cara, se puso un par de jeans y una playera blanca con "No future" en letras negras.
La mañana era fría, después de pasarse los dedos por el cabello, improvisando un peinado, y de tomar su billetera, abandonó el edificio.
Era un gran dibujante, pero eso (Como la mayoría de los dotes artísticos que una persona pudiera poseer) le importaba una puta mierda al mundo, y más a su jefe. David era cajero en un Wal-mart y tenía que estar lidiando con el carácter estúpido de centenares de personas de clase media al día.
Y esto, esa suficiente para ser el tipo pesimista y depresivo que ya era; Sus pocos amigos sabían que tenía potencial para ser el encargado de los trazos o en entintando de alguna tira cómica, ya que él les había enseñado sus trabajos hechos a base de grafito y papel, en esas noches de nada que hacer, pero el talentoso David tenía que conformarse con solo con eso, y con gastar la mitad de su mísero sueldo en novelas gráficas y sagas.
Era un firme opositor del "amariconamiento" de los contenidos de Marvel y DC en los últimos años, solía coleccionar también películas de culto y su fascinación por los western hacía que tuviese a Clint Eastwood como el hombre perfecto. Todos debían ser como él.
Pero la vida real era una mierda, incluso el realismo de Kick-Ass era una fantasía comparada con ella.
Pensaba en todo esto, mientras caminaba a la tienda de cómics habitual, por el reciente número de Wonder Woman; Él y el dueño de la tienda, Tío Dol, eran como familiares, ya que David, en los quince años de ser lector de cómics, jamás había comprado en otro sitio. La tienda se llamaba Metrópolis, en claro homenaje a Fritz Lang, y su clásico filme de los años 20.
Después de ocho esquinas de caminar distraído ( y chocar hombros con un hombre de traje ) empujó la puerta con algo más de ánimo y la familiar campanilla sonó al abrirse la puerta.
Tío Dol levantó la mirada desde el mostrador.
-¡Hey! ¡David, buen día maldito!- saludó animado mientras cerraba el cómic que leía.
David avanzó entre los estantes de cómics sonriendo, habían dos personas más ahí dentro, y no conocía a ninguno, el primero era un hombre del lado izquierdo, con un gran abrigo negro y un gorro, la barba le tapaba algunos rasgos parecía algo inquieto pero lo pasó por alto, al otro extremo había una chica con A Dame To Kill For entre las manos pero su cabello largo y castaño en rulos  robaba más la atención, levantó la mirada al sentir la del chico y sus grandes ojos miel se encontraron con los oscuros de David, le sonrió levemente y regresó la mirada al cómic, David llegó al mostrador y se recargó en el.
-¿Quién es?- preguntó curioso a Dol.
-Oh, no lo sé, nunca la había visto por aquí, viene por algo de Sin City- respondió este mirando sobre las gafas. -Ya sabes que yo reconozco a mis clientes frecuentes.- le dio una palmada a David en el hombro.
-A los que te sacamos de pobre querrás decir, viejo- le respondió con una sonrisa burlona en cara.
-Quisiera, pero el negocio esta algo flojo, ya sabes, lo único que se vende es gracias a el cine y las series de televisión, pocos están interesados en lo independiente- dijo Dol con cara de pésame.
-Ánimo viejo tacaño, al menos siempre me tendrás a mi para al menos poderte comprar un jodido Hot-Dog- le respondió David.
-Claro, claro, tú también deberías comprar uno, y comértelo por el culo, sin pan-
Ambos rieron.
-Vienes por WW ¿No?-
-Claro, sabes que no me lo pierdo por nada-
-Sí, la necesitas para masturbarte-
-No, ya tengo fotos de tu madre-
-¡Vaya! Además necrofílico-
David volteó fugazmente a mirar a la chica, seguía observando las historietas, el otro hombre parecía aún más desesperado.
-Oye Dol, en lo que empacas la compra, necesito usar tu baño-  exclamó David.
-Claro, ya sabes donde está- respondió y apuntó ladeando la cabeza a una puerta a solo un costado del mostrador, la abría tirando de ella, y si estabas detrás del mostrador, debías hacerte a un lado sino querías perder un par de dientes.
-Deberías cambiarlo de sitio, los que se acerquen a pagar podrían vomitarse por el olor de tu mierda-
Wol comenzó a reír y le dijo.
-¡Entra ya al jodido baño!-
David entró y cerró tras él.
Caminó tarareando y cuando estuvo frente al único retrete, ubicado al fondo, bajó su bragueta, sacó su pene y justo antes de comenzar a mear, un grito hizo que se estremeciera.
-¡Todos quietos!-
-¡Oh mierda!- escuchó la voz temblorosa de Dol.
-Tú muñeca, avanza y ponte junto al anciano, sino quieres un abrigo de plomo- gritó la voz.
-Esta armado- susurró David.
-Yo...yo...- respondió con voz de pánico la chica castaña.
-¡Muévete carajo!-
Estaban robando la tienda por un hombre armado, no se oía ninguna otra voz, por lo que el que intentaba robar era aquél tipo de gorro.
Y entonces se dio cuenta de que estaba atrapado en un baño, a media meada y con el pene fuera de los jeans.

2- Una dama por la que mataría.

Matilda había salido temprano por un café esa mañana de sábado, se le había antojado debido a lo frío del clima y a lo bien que iban las cosas últimamente; Uno de sus mayores sueños era mudarse de ciudad, y por fin lo había logrado, consiguió trabajo en una columna de un periódico semanal, y no podía estar más feliz, así que decidió salir a conocer parte de su nueva ciudad, beber un café, y disfrutar de ese agradable clima.
Después de beber algo en una acogedora cafetería en la esquina del parque cívico, mientras leía "El beso de la mujer araña" decidió iniciar su recorrido poniéndose los audífonos.
A pesar de que era muy bonita, y su cabello castaño en rulos, nunca fue popular, debido a su introvertida personalidad, su madre le decía "La comelibros" por que eso era, podía leer sin parar, novelas, trilogías, no había distinción para ella; Cruzó frente al Hospital Santa Marta y justo al doblar por la esquina sus grandes ojos color miel se toparon con un pequeño local: Metrópolis Cómic Store.
Alzó las cejas y sonrió de lado, justo el día anterior un compañero de trabajo le había recomendado leer Sin City, y ahora encontrar una tienda especializada no se le podía antojar más perfecto.
Cruzó la calle, y empujó la puerta, una campanita sonó.
-Típico- dijo con una sonrisa en el rostro.
Una anciano de gafas levantó la mirada detrás del mostrador, y le sonrió.
Había otra persona, un hombre de barba y gorro, que la miraba de reojo, y sin razón sintió una profunda incomodidad.
Se acercó al mostrador.
-¿Sin City?- preguntó sonriendo.
-Oh, vaya, claro, tenemos todos los tomos- respondió el anciano apuntando hacia el extremo derecho de la tienda.
-Gracias- respondió, y caminó hacía la estantería, quedando justo frente al tipo de gorro, parecía nervioso, desesperado, inquieto.
Revisó hasta la letra S y ahí estaban, tomo el número uno y comenzó a leer la descripción, entonces algo le hizo levantar la mirada disimuladamente; El tipo de gorro tenía la mano dentro del abrigo, parecía tomar algo, entonces levantó la mirada, y se topó con la de Matilda, que la bajó rápidamente, intrigada busco el segundo tomo, A dame to kill for, en ese instante la campana sonó de nuevo, y un chico delgado, de cabellos alborotados y con una playera que ponía "No Future" entró sonriente.
-¡Hey! ¡David, buen día maldito!- le saludó con alegría el anciano, parecía que eran amigos, el chico caminó hacía el mostrador, y sus miradas se toparon, tenía los ojos oscuros, se sonrieron.
Se recargó sobre el mostrador y comenzaron a hablar sobre algo que ella no alcanzaba escuchar, de nuevo levantó la mirada al hombre de gorro, le inquietaba tanto,y se veía mas desesperado.
-¡Entra ya al jodido baño!- exclamó riendo el anciano en un tono más alto, el chico cruzó a un lado del mostrador y entró tras una puerta.
Entonces Matilda regresó rápidamente la mirada al hombre de gorro, entonces deparó de que él cómic que el mantenía entre dedos, estaba al revés. Él la miró y ella supo enseguida que tenía que salir de ahí, dejó rápidamente los libros en el estante y cuando se disponía a salir de ahí, el tipo metió la mano a la misma bolsa donde antes y extrajo un arma, y gritó:
-¡Quietos!-
El cuerpo se le congeló, y una serpiente de hielo se retorció en su estomago.
-Tú muñeca, avanza y ponte junto al anciano, sino quieres un abrigo de plomo- le dijo, mientras le apuntaba con el revólver y luego al aterrorizado viejo que estaba contra la pared.
Intentó decir algo, pedir piedad, ayuda, algo...
-Yo...yo...- fue lo único que salió de su boca.
-¡Muévete carajo!- le gritó avanzando hacia ella, se sobresaltó y puso las manos detrás de la cabeza y avanzó escoltada por el mortal cañón, tenía los ojos llorosos, sin decir una palabra, se paró temblando junto al anciano.

3- La mierda del mundo.

Le decían Doc y era justamente la imagen viviente de lo que llamaban Basura Blanca, era un adicto a la heroína y a la pornografía, de los que venderían hasta a su madre por una vagina o una chiva.
Pero para su mala suerte, su madre estaba muerta y ya había vendido todo, así que decidió robar, compró una Colt Defense a un vagabundo que la había robado de quién sabe donde, para suerte, traía dos balas, lo que pasó con las demás no era su asunto, necesitaba dinero, necesitaba una mujer y una chiva, y trabajar llevaba tiempo, y el ya no disponía de tiempo, lo necesitaba ahora, pensó en varios lugares para robar, y una mañana se topó con una tienda de historietas "para tipos que no cogen" llamada Metrópolis, vaya a saber la puta por qué.
Observó después de entrar varias veces, que las mañanas eran perfectas para el crimen, no había gente, y el anciano estaba solo, completamente solo.
Así fue como decidió robar Metrópolis, su barba cuidaría su aspecto, se puso un gorro, tomó un pequeño saco de tela, el arma, y los guardó en su abrigo negro.
Llevaba un tiro listo, en la recámara, otro en el revólver, no iba a disparar a menos que fuese necesario. Totalmente necesario. No podía fallar, no podía ir a prisión, por que ahí no había heroína.
Miró a un lado y al otro de la calle y entró, la campanita sonó, como le crispaba los nervios esa hija de perra.
El anciano levantó la mirada y él lo saludó con la cabeza, bajó la vista de nuevo al cómic que leía.
Todo iba bien, no había nadie más.
Lo tenía que hacer ahora mismo, aprovechar que no había nadie pero había un problema, jamás había robado y mucho menos disparado un arma de fuego, se sintió nervioso, no podía permitirse eso, tenía que ser veloz, avanzó hacía el anciano, y metió la mano en el bolsillo en el que tenía el arma, sus dedos temblorosos se fijaron con la estructura firme y helada del mango de la Colt, deslizó suavemente el dedo al rededor del gatillo mientras se acercaba más y más, estaba a casi dos metros cuando la campanita de la puerta sonó, se paró en seco y el pánico se apoderó de él, se volteó y contemplo a una chica de ojos grandes color miel entrar al local, noto que lo miraba de reojo.
-Hija de puta- susurró, sacó la mano del bolsillo, y avanzó hacia el estante más cercano, no podía perder la calma, era solo una chica, no podía con él.
-¿Sin City?- le preguntó al viejo.
-Oh, vaya, claro, tenemos todos los tomos- respondió el anciano apuntando hacia el extremo derecho de la tienda, justo frente a él.
La chica le agradeció y comenzó a revisar entre los libros, no sin antes mirarlo fugazmente de nuevo.
El anciano volvía a tener la vista clavada en el libro.
Era ahora, deslizó la mano hacía el abrigo algo más inseguro, y tomó el mango del arma, entonces, al mirar al rededor notó la mirada de la chica, retiró la mano del abrigo y justo en ese instante la campanita de la puerta sonó por tercera vez.
-La puta que los remilparió- exclamó enojado.
Era un chico delgado y de cabello extraño, avanzó y lo miró, pero sin importancia, después miró a la chica y se sonrieron, llegó al mostrador y se recargó en el.
Eran tres, ninguno representaba problema. Podía hacerlo, un anciano, una chica, y un pajero.
Disimuló un poco mientras revisaba los cómics, tomó uno entre dedos y fingía leerlo, pero ni siquiera miraba los dibujos, al cabo de unos pocos minutos escuchó al anciano exclamar divertido:
-¡Entra ya al jodido baño!-
El chico cruzó riendo a un costado del mostrador y desapareció detrás de una puerta.
Perfecto, ahí no daría problemas. Era el momento. Miró a la chica y sus miradas se cruzaron, ella bajó la mirada al cómic que él tenía entre manos. Estaba al revés. La chica dejó rápidamente lo que tenía en manos en el estante, no podía dejar que se escape, respiró profundo y sacó el revólver apuntándola.
-¡Quietos!- gritó.
-¡Oh mierda!- gritó el anciano levantando la mirada asustado y pegándose contra la pared.
-Tú muñeca, avanza y ponte junto al anciano, sino quieres un abrigo de plomo- le dijo a la aterrorizada chica mientras le apuntaba con el arma y avanzaba hacía ella.
-Yo... Yo... - dijo la chica con la voz temerosa.
-¡Muévete carajo!- le gritó y se acercó más hacía ella, puso las manos detrás de su cabeza y caminó llorosa hacía el anciano, se paró a su lado.
-No quiero matar a nadie, ¿Entienden?, solo quiero el dinero, y me voy- les dijo mientras paseaba el cañón de la chica al anciano- No intentes nada estúpido, estúpida, o te meteré dos estúpidas balas, en cada estúpida teta, y te apuesto que le atino a tus estúpidos pezones.
Ambos asintieron muertos de miedo.
-¡Y tú, hijo de puta, se que me escuchas detrás de esa puerta, no intentes nada heroico sino quieres a dos fantasmas jodiendote el culo por las noches!- gritó hacía en chico detrás de la puerta -Bien, bien, el dinero, aquí-extrajo el pequeño saco de tela de otra bolsa y lo tendió sobre el mostrador apuntando al anciano.
Doc miró hacía la entrada de la tienda, la calle estaba vacía, parecía que todo iba a su favor.
El anciano comenzó a meter el dinero en la bolsa, pero a su edad sentir ese miedo no favorecía en nada, ya que temblaba como loco y al intentar meter los billetes al saco, varios cayeron al suelo.
-Mierda, puto viejo, esto llevará mil años- saltó hacía su lado del mostrador, y lo empujó de nuevo a lado de la chica. Con una mano comenzó a llenar el saco sobre el mostrador, y con la otra apuntaba a los dos rehenes, no había ningún sonido detrás de la puerta, pero ignoraba por completo que estaba justo detrás de la puerta del baño, si se abría.

4- Flores al hospital.

David permanecía a un lado de la puerta, contra la pared, con el oído muy aguzado.
-¡Y tú, hijo de puta, se que me escuchas detrás de esa puerta, no intentes nada heroico sino quieres a dos fantasmas jodiendote el culo por las noches!- le gritó el hombre de gorro detrás de la puerta.
Sabía que estaba ahí.
Tenía que hacer algo, no podía permitir que le robaran a su viejo amigo, ni que dañen a la chica extraña, la caja registradora sonó...
-Mierda, puto viejo, esto llevará mil años-
El ladrón saltó quedando justo detrás de la puerta.
Eso era, la puerta.
Podía abrirla con mucha fuerza y el ladrón la recibiría justo en la boca y la nariz, pero ¿Y si se apartaba a tiempo?, no, no podía perder tiempo. Se quitó los tenis para evitar hacer cualquier ruido al correr, y se puso al fondo del baño, suspiró "Vamos David, como Peter cuando aprendía a saltar tejados" tragó saliva y corrió a toda velocidad a la puerta, se impactó con fuerza y chocó contra el tipo de gorro, que soltó el saco y sintió su nariz crujir, y sus dientes salir de sus lugares, pero apretó el gatillo sin ver a donde, y una bala se impactó en el muslo de chica. Cayó al suelo en el estruendo sangriento y la sangre comenzó a salir a presión, salpicando el suelo, Dol se arrodillo junto a la chica. David retrocedió sosteniendo la puerta y la impacto con todas sus fuerzas en tres ocasiones más contra el tipo de gorro, hasta que soltó el arma y la pared detrás de el se salpicó de sangre. Soltó la puerta y el ladrón cayó de bruces, con la nariz y la boca destrozadas y convertidas en una masa sangrienta, pero vivo aún.
David corrió hacia la chica, y el charco de sangre bajo ella.
-Ayuda- dijo retorciendo su cuerpo de dolor.
-¿Como te llamas amiga?- preguntó Dol.
-Ma...Matilda- dijo la chica mientras apretaba los dientes y lloraba.
-Bien, Matilda, te llevaré al hospital- exclamó David -Dol, quédate aquí, y llama a la policía. Llevaré a Matilda a Santa Marta.
-Esta bien, pero, ¿Como la llevarás?- exclamó el anciano aún asustado.
David le sonrió.
-Matilda, puede que esto duela un poco, pero te llevaré a Santa Marta, esta aquí, a la vuelta, no demoraremos, aguanta-
-Es...esta bien- respondíó la chica cuya sangre ya había formado un charco.
David se puso de rodillas y la  recogió en brazos, la cargó y ella gimió de dolor. y se abrazó a su cuello.
Caminó cruzando la tienda mientras la sangre iba goteando y abrió de una patada la puerta, salió a la calle y miró a Matilda, cuyos ojos miel le miraban, entonces le sonrió.
-Me llamo David- le dijo.
-Me duele David, date prisa- dijo la chica.
-Lo haré, y estarás bien-
-¿Sí? Deberías... ir.. por.. las tar..des a leerm..e Sin Ci...ty mientras me recupero-
David le sonrió.
-Así será, Wonder Woman-
Y doblaron por la esquina dejando un rastro sangriento.