La pequeña niña que se perdió en un
Aquella mañana turbulenta de cosas
bosque a orillas del tiempo, de la sa-
tiradas y malos ratos, de medias rotas
lada mirada de la indiferencia, cuando
y tazas rasgadas, de pasos lentos, y vo-
su dulce infancia se vio devorada por el
ces rápidas, escuálidas y humedad, pasa
tiempo tirano, por la ropa interior de ma-
que te miro y me siento uno con mis sue-
ravillas escondidas, de varones prendi-
ños, con mis terrores y mis manías, con
dos al encaje de tu inocencia tan opaca
aquél frenesí mismo que me hizo lanzar
pero translucida a la hora de dormir, yo
mis maletas al mar y quedarme en la are-
que te mire reír cuando el viento te hizo
na, haciendo castillos de agua, y las olas
nada más que hojas crujientes volando a
tan secas, llevándose lo que quedo de
ninguna parte
Mí
Pero sigo aquí, aunque... Aunque...
Ah, Juan. Sabemos a lo largo del tiempo las horas siguen siendo horas, y los años siguen siendo años. Las letras siguen siendo letras, y las oraciones, oraciones. ¿Por qué insistes en hacernos, a nosotros que te leemos, las horas en años; las simples letras en poesía?
ResponderEliminarHay cosas que no son dignas de responderse.