domingo, 2 de noviembre de 2014

El buen tío Alfredo

Deposité los codos sobre la mesa y escondí la cara entre ellos, mi cabeza cayó al abismo de mis brazos como una roca a un pozo y en mi mano izquierda, como si de la hoguera de una torre de guerra se tratara, humeaba mi quinto o sexto cigarro de la noche, no llevaba la cuenta exacta. Siempre dejaba los números para verdaderas ocasiones de aprietos como método de estrategia o anti-pendejez humana, al último rincón del inventario. El ambiente olía a sexo, sudor y tabaco, mi ambiente natural. Hogar, agridulce hogar. Ahí afuera, los rumores decían que había vida, gente en trajes caros y vidas usurpadas, preocupados porque mierda químicamente alterada se van a meter a la boca cuando el sol tenga el descaro de despuntar en sus lúgubres vidas. Pero aquí adentro, sólo habitábamos los muertos, la música era de Hendrix y las dobles vidas eran el traje de todas las noches. Pero yo no estaba ahí por una mujer, por un tequila o en el peor de los casos por una línea de coca, estaba porque no tenía a donde más ir, había perdido mi empleo hacia una semana, el pendejo que tenía por jefe se las había estado arreglando para picarme el humor con un punzón, juro que no tengo honores en paciencia y tolerancia, pero sabía que con un pendejo así no llevaba nunca las de ganar y fui lo más delicado que pude, no sé ni siquiera porque carajos le caía mal, sin embargo se había dedicado a provocarme de muchas formas y para que haga algo estúpido y me fuera a la calle, y logró al final, el golpe que le estrellé en la cara no fue ni siquiera uno de esos golpes por los que luego dices "Valió la pena" para consolar tu mísera suerte, ya que a la mitad de su curso caí en cuenta de que me iría a la mierda por lo que la fuerza con la que iba dirigido fue disminuyendo y arruino cualquier oportunidad de romperle la madre, pero después de días por fin había aceptado mi culpa y también había estado analizando que con personas así, un simple empleando nunca puede ganar y esta jodida conclusión lejos de mermar en mi estado anímico, lo tranquilizaba, era como una mano delgada y pálida acariciando el lomo de un conejo café, el cual recibía las caricias tímido y casi aterrado pero tampoco podía escapar del remanso de calidez y tranquilidad que ejercía una caricia. Me paré sorprendido de poder hacerlo y caminé entre chicas con pezones erectos y botas altas, ejecutivos con esposas preocupadas en casa, avancé al baño, por supuesto que al fondo a la derecha, putos bares chilangos. 
Al abrir la puerta el olor a meados y marihuana me pegó la cara, casi diciéndome "Hola pendejo" al oído, jugando con mi garganta para darle arcadas, pero en peores baños había orinado, abrí la puerta de la última letrina y agradecí a Jesús no encontrar una cagada mal soltada, mientras orinaba pude escuchar como la puerta de la entrada se abrió de golpe. 
-Wey, no me hagas nada, no mames, te juro que te pago todo lo que te debo- dijo una voz asustada y llorosa. "Pobre pendejo" pensé, pegando mi espalda a la pared, de cara a la puerta de la letrina, guardando mi verga y cuidando que mi presencia no se notase. 
-No me vengas con jaladas, pinche junior de cagada- respondió una voz más áspera, impregnada de esa tranquilidad de quien sabe que tiene el control -Sino tenías varo para pagar las mierdas que te metes para que verga las compras, dos putos meses, cabrón, dos putos meses y no he visto un sólo pinche peso tuyo. ¿Me estás intentando hacer tu pendejo o que chingados? 
-No, no, no- contestó el pobre diablo- Es sólo que perdí mi empleo, por favor, ten piedad hermano.  
-¿Por qué debería tenerla de un pendejo como tú? ¿Y además  como perdiste tu pinche empleo?- preguntó el otro. 
-Me descubrieron fumando en la bodega- contestó el interrogado, con la voz llena de vergüenza. 
Entonces se oyeron un par de risas más, revelando que aquel hombre de voz áspera estaba acompañado y tenían acorralado a aquel pobre mariguano. "Puta madre" pensé pegando mi cabeza a la pared, "¿Ahora que chingados hago?, ¿Salgo nada más y me largo?, pues sí, yo no le debo nada a esos cabrones, que pinche culpa tengo de que me hayan agarrando meando,aguanta, pero no, no vaya a ser que me agarren de pendejo nada más porque les vea las jetas y piensen que los voy a quemar con la policía". 
-¡Hasta para eso eres pendejo mi buen!- contestó el de la voz áspera. 
El otro no dijo nada por lo que el de voz áspera continuó. 
-Independientemente de todo, ya te cargó la verga, así de fácil, muchachos, denle su calentada a este pendejo- 
El pendejo comenzó a gimotear por su vida y entonces se escuchó como comenzaban a golpearlo, podía escuchar el estruendo de patadas y putazos en los huesos de aquel desgraciado, al cabo de unos segundos el de voz áspera ordeno parar. 
-Uh no cabrón, ¿Ya te vas a desmayar? No chingues, todavía no te hemos dado el ride- dijo riendo. 
"El ride" pensé alarmado "No mames, sí se lo van a chingar" entonces comencé a sentirme ligeramente asustado y apenado también por aquél chico, pero también estaba indeciso por que hacer, podía quedarme ahí hasta que se fueran, pero también podrían verme y pensar que estaba espiando, no podía demorar más en esa situación así que aprovechándome del frenesí u haciendo gala de mi pendejez lúcida, abrí la puerta y salí de golpe, para quedar frente a la escena; Era un chico de no más de veinte años, su rostro estaba salpicado de sangre, el hombre de la voz áspera era rubio y de nariz aguileña, estaba enfundado en un traje rojo vino, me miró sorprendido y sus enormes acompañantes me clavaron la mirada amenazadoramente. 
-¡Sobrino!- exclamé fingiendo sorpresa y avancé al chico tendido en el suelo, el cual me miró trabajosamente, rogué porque no arruinara el plan, lo miré fijamente como diciéndole que no la cague y para suerte de mi pellejo y el suyo, no lo hizo, puesto que pareció entender de que iba todo. 
Miré a los tres hombres y pregunté:
-Disculpen amigos, estaba cagando plácidamente en aquella última letrina cuando escuché el escándalo, intenté ignorarlo, ya saben, soy de esos tipos que odian meterse en lo que no les importa pero entonces me pareció escuchar la voz de mi sobrino por lo que salí rápidamente y preocupado, ya que se que el chico anda en cosas jodidas ¿En qué problema esta metido ahora?- 
El rubio me miró extrañado unos segundos en los que sentí los testículos en la garganta y la adrenalina dando volteretas en mis tripas pero al cabo de unos segundos sonrió socarronamente. 
-Este pendejo ahí tendido me debe cinco mil pesos- 
Abrí los ojos fingiendo sorpresa mirando al chico y después al rubio. 
-¡Y sabía que andaba metido en puras mamadas!, cuando lo despidieron del trabajo fui a ver a su madre, mi hermana, para intentar hacerla entrar en razón y que deje el pinche alcohol y que enfundara a este pendejo, pero, nada parece funcionar con esa pobre, estoy muy preocupado por este joven, tanto que... ¿Podría yo correr con sus gastos?- pregunté sonriendo, tragando mis nervios y forzando a mis músculos faciales a actuar como nunca antes, al no recibir respuesta continúe para no perder cualquier ventaja de la situación -Mire señor, ahora no traigo conmigo lo suficiente para pagar, pero con gusto puede ir ahora mismo a mi casa, le doy la dirección, ahí le diré a mi buen tío Alfredo que lo espere y le pagué todo lo que le debe este muchacho, además de un extra por su clemencia y amabilidad, entenderá que no puedo escoltarlos a la casa yo mismo porque tengo que llevar a este muchacho a un hospital, su nariz sufre una hemorragia y están ustedes aquí mismos de testigos- 
El hombre miró a sus acompañantes y movió la quijada, después me miró a mí amenazadoramente. 
-Bien, pero el extra es de tres mil pesos, y si tu buen tío Alfredo no me da el dinero en ese mismo instante, será el buen tío Alfredo muerto ¿Te parece?- dijo mirándome aún con fuego en las pupilas. 
Asentí con la cabeza. 
-Dame la dirección- continuó- Mi hombre Johnny fue taxista, el conoce esta ciudad como el coño de su mujer ¿No Johnny?- dijo dirigiéndose a uno de sus hombres, de color y fornido, dándole también palmadas en el pecho, después me miró de nuevo- Si este cabrón no reconoce la dirección, tú y tu sobrino van a irse directo a la morgue. Ahora mismo, chingada madre. Quiero también descripción de tu casa, wey-  
Miré a Johnny y le canté la dirección sin problema. Describí la casa como si la tuviera enfrente, incluso dando detalles.  Él pensó unos instantes. 
-Es buena zona jefe, y si, hay una casa ahí justamente como él describe, dice la verdad-
El rubio sonrió. 
-En quince minutos estamos ahí, avísale a tu tío y repito, sino me da el dinero o me sale con alguna pendejada, juro que lo vamos a dejar irreconocible- me dijo mirándome a los ojos, los hombres abrieron la puerta y salió ellos lo siguieron rápidamente. Cuando dejaron el lugar me arrodille junto al chico y lo ayude a ponerse de pie. 
-Hombre eres un santo, muchas gracias, me salvaste- me dijo escupiendo sangre y me miró con sus ojos hinchados para preguntar consternado -Pero... ¿No tienes que avisarle a tu tío? 
Rompí en una risa que me hizo deshacerme de toda tensión. 
-No tengo ningún pinche tío cabrón, le di la dirección de mi antiguo jefe, ahora vámonos de aquí antes de que se den cuenta de que los hice pendejos-

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